Aránzazu Fernández/Arrecife

“En Alegranza viví los más felices años de mi vida. En esta islita he sido, efectivamente, muy feliz, primero de niño con mis padres y hermanos y luego, ya de mayor, con mi mujer y mis hijos”. Agustín Pallarés Padilla, nieto e hijo de torreros y técnico de señales marítimas, revive a sus 85 años su profesión en el islote más septentrional del Archipiélago Chinijo y de Canarias.

Un trocito de tierra en el Océano Atlántico, de escasos diez kilómetros cuadrados, casi la tercera parte de la superficie de La Graciosa o de Arrecife, es el lugar en el que Pallarés desempeñó su profesión de farista entre 1956 y 1991 en el faro de Punta Delgada, también denominado de Alegranza.

El faro fue inaugurado en 1865, un año antes que el de Pechiguera, en el municipio de Yaiza. Sus recuerdos de Alegranza son “imborrables”, un lugar de Canarias “de cuyo nombre no puedo olvidarme”, señala Pallarés en clave quijotesca en su libro La isla de Alegranza, publicado por la editorial lanzaroteña Ediciones Remotas.

Pallarés pisó por primera vez Alegranza cuando tenía tan solo ocho años, en 1937, y estuvo allí “sin apenas salir” hasta 1944 con sus padres, Manuel Palláres y Patrocinio Padilla, y sus hermanos Manolo, Trini, Antonio y Andrés. Tras las represalias del franquismo cuando estaba destinado en Arinaga, al comienzo del levantamiento militar y después de nueve meses en los campos de concentración de La Isleta y Gando, en Gran Canaria, el progenitor de Pallarés retomó su trabajo con su traslado a Alegranza junto a su esposa y descendientes en el Bartolo, el barco que cada quince días se encargaba de llevar víveres desde Las Palmas a las dos familias de torreros que habitaban en el lugar. En el islote tenían pescado, productos de huerta y los que le suministraban la pequeña ganadería que Pedro Jordán y Petronila criaban en Alegranza.

La construcción de Punta Delgada, declarada Bien de Interés Cultural en 2002, se encuentra en el este de Alegranza y tenía como función “guiar la navegación de cabotaje entre estas islas y la vecina costa de África”. Las obras salieron a subasta en 1861, según el proyecto del ingeniero Juan de León y Castillo, pero no se inauguraron hasta cuatro años más tarde, “una vez llevado a cabo el montaje de la instalación luminosa”.

El auxilio de las hogueras

El edificio tiene adosado en su pared oriental la torre cilíndrica de cantería de basalto negro, que se eleva unos quince metros sobre el terreno y está rematada por una linterna metálica con una cúpula semiesférica. Dos viviendas, una en cada ala, estaban destinadas a los faristas. Estas estancias se cerraron de forma definitiva, recuerda Pallarés, “en 1968 a raíz de la automatización de la luz, momento en el que el personal afecto al mismo pasó a residir en Arrecife, pues como faro catalogado de cuarta orden eran dos los técnicos que lo atendían”. Cada dos semanas se turnaban para ir a Alegranza y supervisar su funcionamiento.

A falta de maestros en Alegranza, los hermanos Palláres Padilla heredaron el gusto por la lectura de sus padres, “quienes disponían de una nutrida biblioteca de obras literarias y docentes que pronto todos comenzamos a leer y consultar”, indicó el farista ya jubilado, quien se estableció en Alegranza con su mujer, Saro Lasso, y sus tres hijos, Marianela, Agustín y Alberto.

Para pedir auxilio desde Alegranza, explicó Pallarés, “la manera oficial era enarbolar la bandera española en lo alto de la torre, pero al tratarse de un lugar tan alejado de la presencia humana [la Graciosa está a 10 kilómetros de distancia y Órzola, en el norte de Lanzarote, a 17] se optó por advertir con humo de día desde alguna parte elevada de la isla y con la luz de las llamas de noche”.

Luego ese sistema se alternó con bengalas y un radioteléfono que se instaló en el faro en 1966. La Autoridad Portuaria de Las Palmas comenzó el pasado abril la restauración de la estructura y exteriores del conjunto, en avanzado estado de deterioro. En esta primera fase se llevará a cabo la rehabilitación del faro, la reparación de la mampostería y la fachada del fuste de la torre, así como la cubierta y el montaje de la linterna. También se recuperarán la carpintería y los muros y pavimentos exteriores. Estas actuaciones, que ejecuta la empresa pública Tragsa, están presupuestadas en 196.238,02 euros. Se prevé que los trabajos finalicen el 23 de enero de 2015. En una segunda etapa se intervendrá en la caserna y el camino de acceso.

En las dependencias, tras la firma de un convenio entre la Autoridad Portuaria y el Cabildo de Lanzarote, se creará un aula de estudio de la naturaleza del Archipiélago Chinijo. El objetivo es que investigadores de avifauna marina de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y de WWF puedan desarrollar allí sus proyectos.