Si afirmo que 'Tabú' es televisión gourmet creo que no exagero. Jon Sistiaga firma televisión de autor. La Caña Brothers, la productora que hace posible el programa, mima el producto. Su tercera temporada está dedicada genéricamente a 'Los pecados capitales', que es una excusa tan buena como otra cualquiera para tomar el pulso a la sociedad de este primer cuarto del siglo XXI en el que estamos inmersos, diagnosticando cuáles son sus valores o su falta de ellos. A través de contundentes entregas centradas en la avaricia, la ira, la soberbia o la lujuria Sistiaga radiografía un país. Me atrevería a decir que la situación ética de ciertos habitantes representativos de un país, el nuestro.

Pero Jon Sistiaga no juzga. Se sitúa en el punto de observador privilegiado. Ejerciendo un periodismo comprometido. En asuntos incómodos en los que casi nunca se profundiza. En este sentido, como se demostró en el contundente episodio dedicado a la avaricia, Jon Sistiaga deja que sus invitados hablen, se expliquen, se defiendan, se justifiquen.

A diferencia del estilo de Jordi Évole, más incisivo, más canalla, Sistiaga mantiene hasta donde puede una neutralidad que permite al invitado generar una empatía con el espectador. Más allá de que su comportamiento diste de ser ejemplar. De hecho, sería interesante realizar un intercambio de invitados entre 'Tabú' y 'Salvados', comprobando cómo dos periodistas de raza abordan los encuentros con personajes que bien merecen una entrevista realizada sin prisas.

Por todo ello me atrevo a afirmar que 'Tabú' es televisión gourmet. Una televisión que agita las conciencias, que obliga a cuestionar conceptos, que por un momento te saca de la zona de confort. Todo ello realizado con un diseño de producción impecable.