Recuerdo unas palabras de Cipriano Torres, compañero en el negociado de la crítica televisiva, en las que para ensalzar a La 2 afirmaba que, la sintonices a la hora que la sintonices, nunca te ofende. Un aserto con el que, en principio, todos estamos de acuerdo. Pero que es necesario apuntalar día a día, con criterio. Impidiendo que se cuelen en su parrilla productos o subproductos que pongan en cuestión unos mínimos de calidad.

Esta quiebra se produjo hace pocos días con la emisión de Sobresalientes, una serie de reportajes en los que una voz en off dicharachera trataba de autoconvencernos de lo maravillosos que somos los españoles en todos los conceptos. El montaje era chusco. El guion, cinco peldaños por debajo de las exigencias que debería cumplir cualquier programa con marca de La 2. Tras cuatro emisiones, el programa ha desaparecido de la parrilla.

Sobresalientes nos recordó mucho en su tono a De fiesta, emitido el pasado año, que tampoco llegaba a los mínimos de rigor exigidos para una cadena supuestamente cultural. Como tampoco debería caber en ella Cómo nos reímos.

Las redifusiones de los mix de los humoristas que en este país han sido, de Martes y Trece a Chiquito, Los Morancos o Cruz y Raya, deberían ser acogidos en La 2, junto a material de derribo como Viaje al centro de la tele o TVemos. Bastante desnortada está la cadena premium de la casa como para que se contamine también, por motivos de audiencia, aquella que todavía conserva el prestigio casi intacto. Los contenidos de La 2 podrán gustar más o menos, en función de los intereses particulares del espectador. Pero nunca deben ofender, ni provocar vergüenza ajena en quien los ve. Si se llega a ese grado, algo se está haciendo muy mal.