A divinen a donde fue a parar ¿Juegas o qué?. A las cuatro de la madrugada. El concurso era malo con ganas. Obsoleto y sin gracia. Normal que TVE se lo haya querido quitar de en medio de la forma más sutil. Si por cuestiones contractuales debe emitir los programas grabados, pues que sea a las horas más intempestivas posibles, donde no moleste.

La cuestión que nos intriga es conocer quién pudo dar luz verde a semejante proyecto. No es preciso tener ningún Máster en Comunicación para intuir que semejante dislate no podía tener cabida en la parrilla de la televisión pública. Aun así, nada impidió que el formato se colara, haciendo daño en los resultados de las tardes de La 1. Mucho menos sentido tiene que La hora cultural (en puridad, la media hora cultural) se haya atrasado hasta la madrugada.

Por las buenas. Si emitiéndola a medianoche no llegaba a los espectadores, imaginamos que habrá habido muchos abandonos. Asistir a la tertulia con Antonio Gárate una vez que Marc Sala había leído los titulares de las primeras páginas de los periódicos del día siguiente en La noche en era, además de cómodo, tentador. Ahora hay que tener verdadera motivación para mantenerse fiel.

El viaje de La hora cultural desde la tarde, donde se estrenó, hasta las madrugadas, es elocuente acerca del destino al que están abocados los contenidos relacionados con lo que huela a cultura. ¿Por qué este menosprecio a este programa respetado por todo el gremio? ¿Quién pudo tomar una decisión tan arbitraria? Una decisión tan dañina como la de quien dio luz verde a ¿Juegas o qué?