Ha hecho bien Joan Ribó, alcalde de València, en ofrecer el Palau de la Música al cómico Dani Mateo para que lleve su espectáculo, junto a J. J. Vaquero y Raúl Cimas, tras la cancelación de la actuación prevista de 'Nunca os olvidaremos' los días 23 y 24 en el Teatro Olympia de València. La cancelación de la función por parte de la empresa está razonada por la amenaza de la banda de ultraderecha España 2000 de ir a las puertas del teatro, y sus alrededores, y formar gresca, intimidar al personal, y vaya usted a saber qué cosas más. Esta gente no tiene límite. Todo viene a cuento, como es fácil sospechar, por la torpeza de Dani Mateo de sonarse los mocos en 'El intermedio' con la bandera española. Para mí no es una afrenta, en serio. No considero este ni otros símbolos tan intocables, pero sí entiendo que pueda generar reacciones primarias. Y así ha sido. Las banderitas, trapos cargados de metralla, no pueden estar por encima de la sensatez. Ni del humor, como defiende el cómico.

Este tipo de reacciones se van instalando como algo normal, y no, no son normales. No hay más que ver la pachorra con la que un estúpido tirador, Manuel Murillo, franquista desde la cuna, cegado por su ideología atrabiliaria radical, y a raíz de la intención del Gobierno de sacar los restos del dictador Franco del Valle de los Caídos, planeaba matar de un disparo certero a Pedro Sánchez, el presidente. Un magnicidio de esta categoría a estas alturas de democracia, cuando el terrorismo de los cuatreros de ETA hace años que se fue desinflando por la presión social, no es ni baladí ni porque sí. Hay líderes políticos que cargan sus palabras con munición, ciegos e irresponsables.