La colombofilia ha sido, históricamente, una afición muy popular en Canarias -un archipiélago, por cierto, con sus propias y endémicas especies de paloma silvestres- desde que en 1884 fueron introducidas las primeras palomas mensajeras desde Lieja (Bélgica) por Alonso Nava Grimón, Marqués de Villanueva del Prado, en La Laguna (Tenerife) y Francisco Manrique de Lara, en Las Palmas (Gran Canaria), que son los primeros en tenerlas.

La afición se extendería rápidamente en unas islas de orografía agreste, con escasas y deficientes comunicaciones, en las que la paloma mensajera tuvo rápida aceptación. Como dato curioso, la violenta erupción del volcán Chinyero en noviembre 1909 en Santiago del Teide fue descrita en directo, desde el lugar, por el profesor Antonio Ponte y Cólogan enviando sucesivos mensajes con palomas mensajeras a las autoridades.

Pocos años antes, en 1900, un grupo de aficionados funda en Las Palmas la -pionera en el archipiélago- Sociedad Colombófila de Gran Canaria, cuyo primer presidente fue el entonces comandante de infantería Santiago Cullen y Verdugo. En su libro Nociones de colombofilia y estudio de telegrafía alada aplicada a las islas Canarias, publicada ese mismo año, escribe sobre los enemigos de "nuestras avecillas", entre los que se encontrarían los cazadores y las rapaces, pero también "una raza odiosa de palomas mensajeras llamadas buchonas", añade citando a su vez al "Sr. Castelló en su magnífica obra Colombofilia".

La tretas del galán

Los "pichones vigorosos" de esta raza, añade, "a los tres meses, y tenidos en continuo celo privados de hembra, buscan ansiosos pareja y cayendo entre nuestros pichones, que, por defecto de raza son poco precoces, arrastran a las hembritas jóvenes cuyos machos no las atienden lo suficiente, y siguen incautas al galán que las lleva a su palomar donde quedan presas".

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