Las obras de construcción de la sede de una asociación de vecinos en Arucas descubrieron, entre los cimientos que se estaban preparando para sostener al edificio, los restos de lo que era una casa y una cueva habitados por los indígenas canarios. Corría el año 1995 y, como recuerda Pedro González Quintana (en la actualidad decano de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria), eran tiempos en los que "no había un duro" para excavaciones arqueológicas. Pero entre él, Marco Moreno y Antonio Jiménez se pusieron al frente de un equipo científico que iba a desentrañar mucha información del inesperado hallazgo.

La Cerera, nombre de una calle que atraviesa el norte del casco urbano de la ciudad Arucas, situado en la falda sur de la montaña de Arucas, dio nombre a este yacimiento arqueológico que, como singularidad inicial, "fue la primera excavación que se hizo en Canarias financiada por una empresa privada (Unelco) a fondo perdido", dice.

Segunda singularidad, tras los primeros trabajos de excavación, vieron que era "el primer yacimiento en Gran Canaria con una estratigrafía de depósitos arqueológicos de más de dos metros de alto", destaca. "No había otra en ese momento en la isla y no lo sigue habiendo hoy. Tiene un valor patrimonial y sobre todo de investigación importante, porque era la primera vez que podíamos determinar la secuencia evolutiva de la sociedad [indígena] a lo largo del tiempo", sigue explicando.

Tercera singularidad, tras las dataciones del carbono 14 se comprobó que el lugar había sido ocupado y utilizado por los indígenas canarios desde el siglo III hasta casi la época de la conquista castellana, nada menos que durante doce siglos. "Es un yacimiento bastante clarificador del desarrollo económico de esa zona y casi de Gran Canaria, y de la evolución tecnológica de la cerámica, aportando una gran cantidad de datos a la investigación. Incluso tenemos materiales de metal de esa época".

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