En agosto de 2018 un grupo de operarios excavaba una zanja para el soterramiento de la línea eléctrica de alta tensión de la empresa Endesa entre el Muelle Grande, en la zona portuaria, y el barrio de Lomo Apolinario. Se encontraban en la esquina de las calles Juan Rejón con Pérez Muñoz, a muy pocos metros de la iglesia de Nuestra Señora de La Luz (cuyo origen se remonta a la llegada de los conquistadores castellanos en el s. XIV y donde en 1552 ya se había levantado una ermita o capilla), cuando entre la arena apareció un cráneo.

Dado que La Isleta -el populoso barrio portuario de Las Palmas de Gran Canaria, en la península del mismo nombre- es una zona donde potencialmente pueden aparecer restos arqueológicos, la empresa adjudicataria de las obras había contactado con Tibicena Arqueología y Patrimonio para que hiciera un seguimiento de los trabajos (en la zona ya se habían documentado apariciones de restos óseos humanos con anterioridad, algunos vinculados con la antigua necrópolis aborigen que había en La Isleta; más recientemente, los restos óseos de dos piratas de la flota del holandés Van der Does, encontrados en 2000 en la calle Rosarito -en este caso, a pocos metros de la zanja abierta en 2018-, lugar que era la playa por donde desembarcaron en 1599 y se produjo un feroz combate).

“Cuando nos presentamos, les había aparecido un cráneo en un perfil de la zanja”, recuerda la arqueóloga Martha Alamón Núñez del hallazgo de la calle Juan Rejón. El cráneo estaba enterrado en la arena húmeda, pero una vez abierta la zanja y en contacto con el aire, la arena se secó y la pieza ósea cayó al fondo del agujero abierto por los trabajadores, que lo volvieron a colocar donde supuestamente había aparecido.

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