Antonio Manuel Díaz Rodríguez (1929-2011) me recibió en su casa de Santa Cruz de La Palma un día de mediados de octubre de 1996, rodeado de algunos de los muchos perros que criaba en el amplio jardín. "Luchó incansablemente hasta lograr la recuperación de las razas autóctonas de bovino, caprino, ovino y porcino, y sobre todo del perro pastor garafiano" dicen las biografías que de él se han publicado tras fallecer.

"Soy profesor de enseñanzas medias, hace un par de años que me jubilé y he seguido con las mismas preocupaciones por las cosas medioambientales", se presentó. "Cuando tuve ocasión colaboré en el rescate de las razas autóctonas en La Palma, que es un reservorio impresionante. Canarias, en general, es riquísima, pero es que aquí (con setecientos y pico kilómetros cuadrados) hay cuatro razas de ganado mayor autóctonas perfectamente identificadas y valiosas".

Preocupado por la desaparición del perro lobo palmero (reconocido como raza autóctona en 2003 con la denominación de pastor garafiano para no generar confusión con otros perros lobo), formó un grupo de trabajo con jóvenes veterinarios para evitar que fuera una situación irreversible.

"Después de los primeros años cincuenta empezó a llegar, sobre todo, el pastor alemán. Hizo unos estragos impresionantes porque, deslumbrados con él, olvidamos lo que teníamos nosotros, empezamos a cruzar y en los años ochenta...", deja en suspenso el final de la frase, indicando que es cuando se encendieron las alarmas.

"Todo fue consecuencia de las quejas de los propios cabreros, que en las visitas que les hacíamos nos hablaban de que los perros ya no servían, porque eran muy duros con el ganado, mordían las ubres y hasta tenían que cortarles los colmillos con las tenazas para que no dañaran a las cabras", recordaba.

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