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El ratón de seis patas

El ratón de seis patas

El ratón de seis patas / La Provincia.

Se habla de que la Inteligencia Artificial (AI) es el gran peligro que acecha a la humanidad. El peligro de sí misma es la propia humanidad o, al menos, uno de sus grandes peligros, por su tendencia a jugar con fuego, el fuego de Ícaro. Y ese fuego no es sino el de que cuando ve que la naturaleza puede ser modificada, se lanza a hacerlo como si fuera la dueña desde origen. En tanto la AI, efectivamente, ya funciona con un 60 por cien de algoritmos no inventados por el humano, sino por la propia AI con su machine learning, por otra parte, la materia biológica está estudiándose (por cierto, con ayuda de la AI) a su máxima potencia manipuladora. Se está generando vida cambiando caprichosamente la simetría natural de los animales y su conformación frente al medioambiente natural. Es decir, se está jugando a ver qué pasa.

El último ejemplo nos lo ha dado la creación de un ratón de seis patas por la modificación del gen Tgfbr1. La revista Nature Communications, en su volumen 15, artículo 2509, de abril de 2024, ha publicado el texto en abierto (los autores han sido Anastasiia Lozovska, Artemis G. Korovesi, André Dias, Alexandre Lopes, Donald A. Fowler, Gabriel G. Martins, Ana Nóvoa y Moisés Mallo). Crearon un ratón de seis patas, poniendo dos nuevas patas en el lugar en el que deberían estar los genitales, desactivando el gen Tgfbr1 cuando se estaban formando las células embrionarias.

Los autores explican que se supone en estudios de evolución que las extremidades posteriores y los genitales de los animales tetrápodos actuales —como las estrellas de mar— vienen de un primordio común ancestral, y el primordio temprano de los genitales externos del ratón conservó la capacidad de tomar su destino en las extremidades posteriores gracias al gen Tgfbr1 que, si se suprime, genera un par extra de extremidades posteriores a expensas de los genitales externos, que desaparecen. Y los investigadores ¡Voilà! Tocaron el Tgfbr1 y he ahí un ratón de seis patas y sin testículos. Cuando se le ve (el artículo publica las fotos) es como si vemos unos gemelos siameses, una aberración de la simetría natural, una contravención de lo que es la buena vida, provocada, además, por el capricho de los jugadores, eso sí, dicen luego que para poder salvar vidas humanas por la aplicación de la técnica a otros casos, como hacía Mengele.

El estudio revela una inteligente elucubración investigadora de las estructuras corporales del tronco y de la cola en los clados y primordios ancestrales, hasta llegar a las actuales circunstancias. Miren qué bien se expresan: «Los progenitores del mesodermo de la placa lateral, implicados en la formación y vascularización de los órganos residentes en el tronco, sufren una diferenciación terminal que conduce a la formación de las extremidades posteriores y del mesodermo lateral ventral que luego se convertirá en el mesodermo pericloacal. Las interacciones recíprocas entre el mesodermo pericloacal y la cloaca endodérmica generarán entonces el tubérculo genital, el precursor de los genitales externos…», y a por el ratón de seis patas para comprobarlo: «Los análisis genéticos han demostrado que el receptor Tgfbr1, también conocido como Alk5, desempeña un papel clave en la activación de la transición del tronco a la cola, iniciando también la secuencia reguladora que controla la formación de la extremidad posterior y los genitales externos», y hágase el ratón poniendo dos patas donde iban dos genitales.

Imaginemos que se haga lo mismo con un humano: donde tiene sus dos testículos los quitamos y ponemos dos patitas, o dos bracitos. Algo haría ese eunuco generado en laboratorio, y provisto de dos piernas o dos brazos más, si los correspondientes desarrollos llegan a la conformación de la parte cerebral oportuna. Parece que llegar a modificar al humano y fabricar un mutante con cuatro patas y dos testículos menos es cuestión de un tiempo de investigación adecuado. En el transcurso de la investigación hubo letalidad temprana al probar con el Tgfbr1 que afectó al corazón de los ratoncillos probandos, hasta que dieron con la clave. Los investigadores revelan: «Estos experimentos, además de confirmar la implicación de la señalización de Tgfbr1 en el control de los progenitores de NMC a partir de la yema de la cola, dieron lugar a un fenotipo totalmente imprevisto…». Es decir, se encontraron con algo imprevisto. Las malformaciones de los diversos mutantes fueron varias en los experimentos realizados, por ejemplo, «Los tres mutantes Tgfbr1-cKO analizados por tomografía de proyección óptica o por cortes histológicos carecían de riñones».

En fin, se puede utilizar la AI para avanzar rápidamente en la manipulación genética, es posible manipular el ADN para producir quimeras (mezclas de dos o más especies, humanas o no) o producir extremidades, órganos o formaciones distintas a las dadas por la naturaleza, se podrá efectuar modificaciones en seres a la carta para que se entiendan deshumanizados y, por tanto, como estos ratones de seis patas, carentes de derechos y sometidos a formas de ser no naturales. Lo estamos viendo, y las leyes bioéticas no están para cumplirlas, al menos no en todo lugar y no por todos los investigadores. Bienvenidos al nuevo mundo a punto de escaparse del dominio humano que, no obstante, es un dominio ilusorio, porque algo superior, una especie de ser superior, siempre nos maneja desde arriba.