Agüimes

Agüimes se tiñe de amarillo gofio

La 46 edición de la Bajada del Gofio y Agua rememoró este sábado la tradición en una fiesta de Interés Turístico Nacional

9.000 personas conmemoran a su patrona, la Virgen del Rosario, en su plaza, tras un recorrido desde los molinos de Lolita y Ananías

Traída del Gofio en Agüimes

T. M. R.

Nadie se salvó de las espolvoreadas de gofio. La fiesta de Interés Turístico Nacional, la Bajada del Gofio y Agua de Agüimes, congregó a casi 9.000 personas al final, muchos lugareños y algún guiri infiltrado. Esta fiesta está concebida hace 46 años para las familias, niños y abuelos. Como comentan sus fundadores, «antes era a las diez de la noche, no había ni luz en el barranco y bajábamos a ciegas». Aún así, una tradición que se creía perdida ha seguido durante casi 50 años. Ayer Agüimes volvió a teñirse de amarillo gofio. Hasta niños en carritos se vieron.

La semana pasada, como preámbulo, se celebró la descamisá y desgranado de las piñas. Se inició entonces la subida del millo a los molinos de Lolita y Ananías. Una vez molido, se inició el arranque de una de las mayores fiestas que vive Agüimes en conmemoración a su patrona, la Virgen del Rosario.

350 kilos, y más

La Bajada del Gofio y Agua se inició este sábado 23 de septiembre desde las 18.00 horas subiendo la cuesta para llegar a los molinos de Lolita y Ananías. De allí, y a las 19.00 horas, se iniciaba la vuelta en un recorrido de 3,5 kilómetros desde La Orilla, con el emblemático barranco de Guayadeque como escenario. La meta, el casco de la Villa. Solo del molino salieron 350 kilos de gofio, más los que llevaron los participantes. 

Nadie se salvó de ser 'gofiao'. Mientras, el camino para rememorar la historia del municipio, cuando el gofio era elemento fundamental en la dieta de todos los platos, se tornó en una riada de personas. Todas ataviadas con la ropa tradicional canaria. Los delantales obligados para las mujeres no sirvieron de mucho. Acabaron todos amarillentos por el gofio. Como los chalecos y cachorros de los hombres. De pies a cabeza, todos acabaron amarillo gofio.

Dos carretas cargadas con los 350 kilos de gofio fueron tiradas por burros mientras la ya mítica e incansable Banda Isleña, amenizó haciendo pegar brincos. Todos cargados con talegas tiraban gofio a diestro y siniestro. Incluso los burritos que arrastraban las carretas hicieron su agosto. No pararon de lamer las camisas de todo el que se les acercaba. Les gustó tanto como a los pequeños de tercera y cuarta generación que no se perdieron la cita. Aupados en las carretas, o incluso en carritos, dieron fe de que quieren seguir la tradición.

Y de eso se trata. Agüimes inició este recorrido a través de la propuesta de un grupo de amigos del concejal de por aquel entonces. Vio la iniciativa un «poco loca» para seguir la tradición. Sin embargo, hoy consolidada y declarada de Interés Turístico Nacional, estos precursores no se la pierden y están agradecidos. «Antes salíamos de noche, sobre las 10, cuando no había ni iluminación en el camino», dicen los pioneros. Hoy día se celebra a partir de las 19.00 horas, aún con luz solar, pero tras sus tres horas de recorrido hasta llegar a la plaza del Rosario, son las 22.00 horas. 

La riada de personas se fue implementando con los más rezagados, hasta calcular unas 9.000 personas, según el concejal de Festejos, Francisco González, que fue el primero en subir y bajar luego con todos. Ya en el casco histórico aparecieron los papagüevos, en La Tablilla. El final, en la plaza, con una verbena hasta las 04.30 horas.

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