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Yuk Hui

El filósofo de la tecnología Yuk Hui.

El filósofo de la tecnología Yuk Hui. / La Provincia.

Juan Ezequiel Morales

Juan Ezequiel Morales

Hace poco, comprobando la potencia de un ordenador muy normalito para resolver el resultado de un número elevado a la potencia de un millón, arrojándomelo en un milisegundo con 301.030 dígitos, derivé con mis compañeros a vislumbrar cómo cada uno de nosotros es un robot biológico hackeable. Es así como un agorero como Yuval Harari propone que la humanidad, en los próximos años, será un conjunto formado por una elite de humanos de mentes privilegiadas, en combinación simbiótica con robots de silicio conscientes y una gleba o masa popular de miles de millones de personas prescindibles a las cuales, en tanto van muriendo, se les aportan videojuegos o drogas para que no molesten, o bien se les oferta, si están incómodos, una eutanasia, es decir, una muerte dulce. Y toda esta mascarada dirigida por marionetas como el presidente de España o el de Canadá, intelectualmente iguales de fofos y cumplidores con el rey del mundo.

Y ahora, con esta advertencia previa, vamos a ponernos filosóficos de la mano de Yuk Hui, un filósofo tecno-romántico. En efecto, Hui es de Hong-Kong, experto en ingeniería informática, doctorado en Londres y profesor de la Universidad de Erasmus, y fue alumno del fallecido filósofo-aventurero Bernard Stiegler, un francés del que hereda esa clásica defensa de la filosofía francesa y occidental vigésimo secular. Frente a las ya populares AI, ante las que se reacciona con temor a que nos extingan a los humanos o con esperanza ante la posibilidad de que nos liberen del trabajo, Hui afirma que «los seres humanos somos seres tecnológicos. Inventamos la tecnología, sí, pero al mismo tiempo somos inventados continuamente por nuestras técnicas, la tecnología», y además, añade, nos encontramos con el hecho de que la evolución tecnológica es mucho más rápida que la evolución biológica.

Dos filósofos antitecnológicos son Hubert Dreyfus y Jacques Eillul. El primero, Dreyfus, a quien le dieron un premio por sus investigaciones en AI en la universidad de Erasmus, donde enseña hoy Yuk Hui, fue altamente dependiente del existencialismo y la filosofía fenomenológica francesa, además de utilizar a Heidegger (le llamaban «Dreyhegger») para explicar el estatus de la AI. Tradujo filosóficamente la obra de Husserl, Foucault, Merleau-Ponty y Heidegger, para los analíticos norteamericanos (id est, Rorty, Taylor o Searle). En 1972 escribió What Computers Can not Do (lo que las computadoras no pueden hacer), que tuvo que revisar en 1979 y 1992. Ahora, ante los adelantos de la AI, tendría que empezar a escribir ese texto al revés. Siendo consejero del Think Tank casi de ciencia ficción Rand Corporation, en los años sesenta, empezó a propalar que la manipulación de símbolos lógicos por la AI está condenada al fracaso (la epistemología formaliza las reglas y la ontología representa internamente la realidad con otras reglas): Dreyfus niega el enfoque humanizado de la AI, ya que la cognición no es únicamente la manipulación de los símbolos internos por las reglas internas, pues no podemos comprender nuestro propio comportamiento de la misma manera que entendemos los objetos en la física o la química. El motivo de Dreyfus es que nuestra cognición interna depende del contexto y el medioambiente, no es autónoma.

Otro filósofo antitecno es Jacques Ellul, francés y cristiano, que explica la contaminación del planeta como el resultado de la religión tecnológica, dado que el humano no puede excluirse de una pulsión sagrada o religiosa, y cuando la religión nominal desaparece surge otra en su lugar, en este caso la técnica: «Vivimos en una religión del hecho», dijo en 1948 en relación a la «sociedad tecnológica», y el marxismo ha muerto: «Todo se basa en redes de información y ya no en la circulación de mercancías. Gracias a la automatización y la informatización, las máquinas pueden funcionar sin intervención humana. A partir de este momento ya no es el trabajo humano el que crea valor sino la mejora técnica. Por tanto, toda la teoría de Marx es anulada por el proceso técnico». De forma que «no es la tecnología la que nos esclaviza sino lo sagrado transferido a la tecnología».

Bebiendo en la fuente misma de la filosofía de la conciencia, Hui entra en si la cognición no necesita solo de representaciones abstractas del mundo, sino también de cuerpo y de contexto (David Chalmers de una forma más compleja lo expresa también así), de forma que la propia máquina es resultado material de una inteligencia conciencial y corporeizada sin la cual no puede explicarse, pero eso sí, puede emanciparse.

Hui fue discípulo del filósofo aventurero Bernard Stiegler, quien se suicidó el 5 de agosto de 2020, a sus 68 años. Stiegler abrió un bistró de jazz, en Toulouse, negocio con el que se endeudó; para arreglar esa deuda atracó un banco, lo cual le salió bien la primera vez, pero luego lo volvió a hacer más veces, hasta que fue apresado, juzgado y cumplió cinco años de cárcel. En la cárcel estudió filosofía por correspondencia, gracias al empuje de uno de sus clientes en el bistró, el profesor de filosofía Gérard Granel, y cuando salió, en 1983, enganchó con Jacques Derrida y se convirtió en un reputado filósofo de izquierdas, ya que había militado en el partido comunista desde 1970 hasta 1976, cuando se hartó del estalinismo. Activista y pensador del mayo del 68 francés, se empleó en estudiar a fondo la técnica, tema que trató en su tesis doctoral (La Technique et le temps, 1994).

No olvidemos que en abril de 2020, en medio del encierro por el Leviatán de cinco mil millones de personas, condenadas a no gastar, no consumir, no moverse, encarceladas en sus casas, tanto Bernard Stiegler como Bruno Latour, aplaudieron ese ataque a la libertad, y la diosa Greta Thunberg era bienvenida, lo que no extraña venido de tiradores de adoquines en el 68 reconvertidos en atracadores de bancos... pero filósofos que al final terminan suicidándose, acto que es el mejor test para indicar qué errados y asqueados van con sus filosofías. Menos mal que la filosofía va a depender en el futuro de unas máquinas con consciencia y muchísimo más inteligentes que esos monos pensantes medio bobos que se llaman a sí mismo «sapiens».