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Arte | Una entrañable restauración

El artista que hace magia con los electroduendes

El escultor revela el proceso de restauración de los míticos protagonistas de ‘La bola de cristal’

El artista que hace magia con los electroduendes

La última aventura profesional de Juan Villa empezó como una novela de misterio. El escultor asturiano, de Luarca, que en su taller de Cubilla de Santa Marta, en Valladolid, crea fantásticas piezas de atrezo para la televisión, el cine y el teatro, recibió una llamada de teléfono hace unos meses. “Tenemos unos muñecos muy importantes para restaurar”, le tentaban. Su interlocutor le hablaba desde el Museo Internacional de Títeres de Albaida, en Valencia y cuando Juan Villa mostró su interés, fue cuando desveló la naturaleza del encargo. Se trataba, ni más ni menos, que de reparar los electroduendes de La bola de cristal, el programa que Lolo Rico dirigió en Televisión Española hace ya casi cuarenta años, embebido en el espíritu de la Movida y con el que se divirtieron y educaron varias generaciones de españoles. A Juan Villa le acababan de proponer, ni más ni menos, que devolviera el lustre a la bruja Avería, la bruja Truca, el hada Vídeo, maese Cámara y maese Sonoro. Para cualquier hijo de los ochenta, como es el caso de Juan Villa, eso supondría un gran orgullo y una inmensa responsabilidad.

La de las marionetas originales, las que se utilizaron en los primeros programas de La bola de cristal, que son las que Prometeo, la empresa de Villa, ha restaurado, es una historia viajera. Su creador fue Alejandro Milán, que falleció el año pasado y que tiene la autoría de otras grandes criaturas televisivas –la calabaza Ruperta, del concurso Un dos tres, sin ir más lejos–. Los primeros electroduendes estaban hechos en vinilo y un año después del inicio del programa fueron sustituidos por otros idénticos pero en látex, que por aquel entonces era un material de uso incipiente. Esos ardieron en un gran incendio en los estudios de Televisión Española, pero de los primeros, los originales, no se sabía nada. Se daban por perdidos, hasta que Alejandro Milán falleció. Fue entonces cuando se supo que se los había llevado con él a Miami, donde había establecido su residencia y donde los encontró su familia. Fueron los herederos de Alejandro Milán los que se pusieron en contacto con el museo de Albaida, que los adquirió para su colección.

Cuando pasaron a manos de Juan Villa, los cinco electroduendes recibieron tratamiento de “obras de arte”. Fue una suerte que estuvieran hechos en vinilo, un material más resistente que el látex, cuya vida no va mucho más allá de cinco o seis años, según explica el escultor, pero no se libraron de los estragos del tiempo. Avería llegó sin cejas y con los ojos medio desprendidos; al hada Vídeo hubo que arreglarle el vestido; Truca había perdido pelo... Todos necesitaban una “puesta a punto”, chapa y pintura.

Cuando Villa dice que los trató como “obras de arte” no está hablando figuradamente. “Lo primero que hicimos fue traernos a uno de los restauradores con los que solemos colaborar para que estableciera los criterios de restauración”, refiere. Se decidió conservar todo el material original y reponer los elementos perdidos diferenciándolos claramente. A Truca le recompusieron la cabellera pelo a pelo, mezclando mechones sintéticos con las hebras naturales que le insertó Milán. “El hada Vídeo tenía un problema con el vestuario, que estaba hecho de un escay antiguo, se había reblandecido y estaba pegajoso; para no sustituirlo lo limpiamos y lo reparamos siguiendo el patrón original”, explica. A maese Cámara ya solo le quedaba una patilla de las gafas, que se rehicieron manteniendo ese fragmento y el resto en un material “similar pero diferente, para que se note”.

Durante el mes que en Prometeo dedicaron a la restauración de los cinco electroduendes, con dos personas dedicadas exclusivamente a ello, se toparon con algunas sorpresas, pequeñas curiosidades que fueron descubriendo a medida que avanzaban en el trabajo. “La bruja Truca, que era el alter ego de Alaska (la cantante presentaba y conducía el programa y era ella quien interpretaba la canción de la cabecera), lleva un anillo con forma de acordeón. Estaba despegado y, al desplegarlo para arreglarlo, vimos que era un fotograma en el que aparecían unas monjitas”, cuenta Juan Villa. Los ojos de Avería, saltones e iracundos, están hechos con unas gafas de buceo, y su cabellera enmarañada es exactamente lo que parece: un matojo de cables, de todo tipo y grosor, con enchufes incluidos.

“Es maravilloso lo que lograban hacer, con qué frescura daban vida y dotaban de personalidad a los personajes, todo lo que el artista consigue transmitir con elementos muy simples”, comenta Juan Villa, que lo compara con las sofisticadas técnicas de animación y 3D que se aplican actualmente en el diseño de personajes.

“Este ha sido un encargo chulísimo. Es una rareza que se conserven estos muñecos. Estas cosas suelen acabar en la basura o, con suerte, olvidadas durante décadas en los almacenes de televisión”, comenta. Reconoce que, tras convivir durante un mes con los electroduendes y contemplar el resultado de la restauración, “me costó entregárselos al Museo de Albaida”. Él mismo se encargó del traslado, prefirió ocuparse personalmente y no quiso encargárselo a una empresa de transporte, como suelen hacer otras veces.

El Museo de Albaida, que como tantos otros intenta compaginar su actividad con las restricciones por el covid-19, planea dedicar una exposición a sus nuevos e ilustres huéspedes, que tanto se esforzaron por “desenseñarnos a desaprender cómo se deshacen las cosas”. De momento, no hay fecha. Avería o Truca tal vez nos la podrían decir mirando en La bola de cristal.A la izquierda de estas líneas, Truca y al lado su anillo, hecho con un fotograma y desdoblado. Debajo de ella, también al izquierda, Maese Sonoro, ­durante los trabajos en la nave de Prometeo. Arriba del todo, Maese Cámara junto a sus nuevas gafas. Debajo, el hada Vídeo, en dos momentos de su restauración. Y sobre estas líneas, la bruja Avería, sin restaurar y a su derecha, durante el proceso. |

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