Una de esas poco frecuentes joyas que sorprenden al espectador en todos los frentes, sobre todo porque vienen precedidas de nombres sin ningún peso en las pantallas y porque demuestran una serie de virtudes impropias de unos cineastas que tienen la categoría de recién llegados.

Es verdad que el hecho de que ya hayan recibido los plácemes de la un sector destacado de la crítica, como son su presencia en el Festival de Cannes y en el de San Sebastián, hacían concebir esperanzas de que este no es un largometraje ni mucho menos rutinario, pero no había ningún tipo de confirmación añadida.

La ópera prima de estas dos directoras argentinas, Cecilia Atán y Valeria Pivato, merece el aplauso del aficionado. Con un metraje inusualmente reducido, apenas 73 minutos, las dos realizadoras invitan a entrar de lleno en las parcelas más privadas e íntimas de una mujer de 54 años, Teresa, que ha visto cómo de forma súbita su vida ha experimentado un cambio radical. Entregada desde siempre al cuidado de una familia bonaerense, se ha visto obligada, como única opción a mantener su empleo, a trasladarse a una pequeña y remota población, en una zona semidesértica, cuando aquella pone en venta su mansión.

La película recoge precisamente este viaje tan relevante, que va a provocar un verdadero terremoto en el mundo interior de Teresa, cuando esta pierde su bolso en una parada de autobús. Ella está convencida de que se lo dejó en la cabina de la furgoneta en la que se probó una prenda de vestir y emprende una búsqueda desesperada en busca del dueño del vehículo, el Gringo.

Desde que se produce el reencuentro de ambos, la cinta enriquece de una forma palmaria las sugerencias a todos los niveles de una historia que atrae y cautiva y que se sostiene sobre un tinglado perfecto, la naturalidad y la convicción de los dos protagonistas. Son los dos únicos personajes y están descritos con una coherencia inusual. Especialmente, ella, una mujer tímida y retraída que sufre un proceso de transformación total. Todo ello en el marco de una sintaxis personalísima que implica rodar a veces con la cámara a un centenar de metros.