Calificación: *** | España, 2019. Producción: Capitán Araña. Director: Polo Menárguez. Guion: P. Menárguez e Ignasi Vidal, basado en la obra de este último. Fotografía: Alejandro Espadero. Música: Paolo Martín Caminero. Intérpretes: Antonio de la Torre, Raúl Arévalo y Chema del Barco. 79 minutos.

Suscita la sonrisa y el drama en el marco de una impecable y fulminante transición que deja inerme al espectador en unos minutos finales tremendos que ponen de manifiesto la consistencia de la dirección de un joven cineasta, Polo Menárguez, que efectúa un control absoluto de los resortes esenciales de la película. Es así como se conforma un retrato de tres personajes que representan el aquí y el ahora de la realidad de una sociedad que atraviesa una profunda crisis a todos los niveles y cuya evidencia más rotunda es ese paro y ese victimismo que tiñe todo el entorno de un inevitable pesimismo. Es, por ello, sorprendente que en un cuadro humano semejante fluya a menudo, especialmente en la primera mitad, un humor tan efectivo como peculiar que impregna buena parte de los fotogramas. En solo su segundo largometraje, tras Dos amigos que no tuvo suerte en las pantallas y que vimos muy pocos en 2013, se hace patente un dominio notorio de la dirección de actores.

A partir de la obra teatral de Ignasi Vidal, que han adaptado el propio autor y el director, se va perfilando un cuadro amargo, demoledor y auténtico de tres seres, amigos que presumen de serlo y que tratan de sobrevivir a unas carencias que les han empujado al límite del abismo. Paco, Ramón y Andrade están en el desempleo desde que cerró la empresa de seguridad en la que trabajaban y se han reunido en casa de uno de ellos para elaborar un plan que resuelva su delicada situación de futuro. En sus gestos, en sus actitudes y en todo lo que gira su alrededor se palpan las circunstancias que atraviesan. Y se siente la ausencia de una mujer que a pesar de ello controla unos hábitos de conducta abiertamente machistas.

Solo tres actores aparecen en pantalla, que llenan la misma con una interpretación global admirable. Son apenas 79 minutos que adquieren una intensidad nada frecuentes en nuestro cine. Chapó para Raúl Arévalo, Antonio de la Torre y Chema del Barco y también para un director que ha sabido hacerse en todo momento con el control de la trama y de los personajes. Algo que ya fue elogiado en la SEMINCI de Valladolid, donde formó parte de la sección de cine de autor.