Para todo hay que darse prisa porque parece que todo ha empezado ya. Cuando Cristina Fernández, batallando contra sus propios labios intoxicados de mierda química para parecer más jóvenes logró decir que nacionalizaba Repsol, TVE reaccionó como una niña asustada, como una secuestrada que trata de congraciarse con su secuestrador, y no emitió el Españoles por el mundo previsto dedicado a Argentina.

Una estúpida censura que habla más de su miedo que de la presión del supuesto censor, al que en su ridícula reacción trataba de agradar, dando por hecho que la televisión pública ya no se rige por criterios propios sino por conveniencias gubernamentales. Menos mal que la emisión de este martes era Mozambique y no Bolivia, porque seguro que hablando de eléctricas nacionalizadas, algún chispazo censor nos habríamos llevado.

Otra prueba de que parece que todo ha empezado ya es la atrabiliaria censura en la gala de los Premios Max de teatro. Petra Martínez hizo un trabajo estupendo, divertido, una gran maestra de ceremonias a la altura de sus tablas como gran actriz. Pero La 2, en un gesto bochornoso al infantilizar a la audiencia tratando de no molestar al Gobierno, sacó la tijera y editó los discursos de José Sanchís Sinisterra, Alfredo Sanzol y Salvador Sunyer.

Es decir, los limpió del polvo y la paja de la crítica a Mariano Rajoy y su enloquecida conca del recorte. ¿Qué ha respondido RTVE a semejante disparate? Falta de tiempo. El gesto es tan preocupante, y la explicación tan burda, que esta claudicación tan grotesca habla de las tormentas que se están viviendo en esa casa. Pero lo que no puede ser es que hagan del futuro intuido un presente aún más vergonzoso.