Es verdad que me sienta como una patada en el hígado, que el tipo no me hace tilín, que no soy devoto de sus payasadas, que no me lo creo, que ni chispa de gracia, que el señor Santiago Segura no es artista que me conmueva, que no pagaré un euro por verlo en el teatro, que dejé de pagar por ver sus «torrentadas» en el cine, y que aunque sea gratis, si sale en la tele lo evito porque me sigue pasando lo mismo, que no me lo creo, que es un tipo listo que se ha construido un personaje que a mí, de verdad de la buena, no sólo no me llega sino que me resulta artificial, corto, con esa sonrisa lela y esos dedos en uve en cuanto ve una cámara, y esa jeta adusta en cuanto el foco se apaga. Que no. Creo que la cosa está clara. Es verdad que don Segura me sienta como una patada en el hígado, ojo, siempre quiero aclararlo. Hablo del personaje que sale en la tele. El ciudadano Segura me es tan indiferente como las pulgas del perro de mi vecino.

Pero es que lo pone a huevo para seguir hablando, mal, de él. Decía el otro día la señora Irma Soriano, sentada en 'Sálvame', moqueando por la emoción, que a sus hijos les dice que «mamá está donde hay trabajo». Se lo decía -según leo en una web de televisión- yo creo que para justificarse ante ella misma, ante sus hijos, y ante sus amistades, por haber dicho sí a la infame llamada de 'Gran Hermano VIP' y aceptar -el domingo echó a andar la nueva edición, sin apenas tiempo de haber fumigado la casa para hacer respirable el aire tras el paso de los anteriores inquilinos-. Cada cual tiene sus razones para entrar en ese corral tan poco higiénico para la mente. Pero Irma sabe, por eso se justifica, que no es un orgullo. ¿Qué hacía Segura en 'Sálvame' contestando al polígrafo? Vamos, vamos