Juanjo Jiménez

Hace tan sólo una semana noviembre rompió en frío, iniciando así el otoño y con ello una acusada bajada de temperaturas que, en general, espanta al canario pero que también engatusa a los más atrevidos para disfrutar de un tiempo de potaje, carne cochino y pella de gofio.

Gran Canaria tiene varios destinos de buen biruje, y uno de ellos ostenta las más bajas marcas de temperatura del Archipiélago en un lugar habitado, en lo alto de la Vega de San Mateo, donde este mismo jueves, sin ir más lejos, el mercurio se quedaba a solo 3,7, grados por encima del cero a la fresca hora de las once y media de la noche.

Esta marca está muy lejos, lejísimo, de los -32 grados centígrados, récord nacional, registrados en el Lago Estangento, Lérida, un 2 de febrero de 1956 o sin tener que desplazarse tan al norte los -21a los que descendió el termómetro en 1912 en el desolado Roque de la Grieta, en Las Cañadas del Teide.

Pero el isleño no necesita, ya sea por metabolismo o por vivir un infinito por ciento del año en temperaturas primaverales, estar bajo cero para experimentar un frío de inuit. Basta con apenas unos diez a quince grados centígrados, una ligera brisa cargada de humedad del Atlántico y una atmósfera con una dosis de neblina para que se crea estar viviendo un auténtico diciembre en el Polo Norte. Va aquí una lista no científica de qué destinos se prestan a una expedición glacial sin salirse de Gran Canaria, pero tampoco sin terminar hecho un témpano.

Una buena meta de salida podría ser Valleseco, que cumple con los tres requisitos citados y una naturaleza y gastronomía que se presta a disfrutar de un invierno de rigor, ya sea degustando una chuletas propias en sus barbacoas públicas de La Laguna de Valleseco, guarecidos bajo espesos castañeros, laureles y barbuzanos, y con un observatorio ornitológico a mano, o bien en alguno de sus restaurantes ubicados tanto en el centro urbano, como en la carretera que enlaza con Teror, hacia la costa, o en Lanzarote, ya camino de la Cumbre. Establecimientos todos que, además, ofrecen la sidra que fabrica la localidad bajo la marca Gran Valle.

En vez de tomar la ruta que lleva a Tejeda, por variar, hoy se deja Cueva Corcho a la izquierda y se tira por la derecha en la carretera hacia Artenara, la GC-21, donde se suceden los pasteles de risco y los castañeros de orillas con el dorado propio de la estación, aliñados por unos pinares rebosando musgos por troncos y ramas. Si hay suerte y hay mar de nubes, probablemente sea ahí donde forme la ribera. No camine sobre él, que es solo una ilusión.

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Es ese el camino que lleva a Pinos de Gáldar, pero antes existe una bifurcación a la derecha con el cartel que pone Fontanales, Moya y Gáldar. Es esa la GC-70, que a pocos metros de bajada invita a un alto para observar el Monumento Natural de Caldera de los Pinos, un cráter de sustancia con un gran pino en el fondo sobreviviendo entre incienso, poleo y helechas. Si observa airote, abríguese antes de bajarse del fotingo porque el viento corre libre allí a 1.350 metros de altitud.

Ahora siga tieso hacia abajo. Las vistas por la derecha abarcan hasta la capital, en ciertos puntos de la estrecha carretera, y poco antes de llegar hacia el final por la izquierda comienzan a aparecer suaves lomas cuajadas de un verde subido. Eso es el Cortijo de Pavón, feudo de José Mendoza, uno de los últimos trashumantes de la isla.

Pepe el de Pavón, como es más conocido, estará encantado de la visita, a la que se accede una vez terminada la GC-70, virando hacia la izquierda y tomando la GC-702 en dirección Juncalillo. En apenas unos pocos minutos se llega al barranco del Gusano. Mire a su izquierda y verá ovejas sueltas y la casa del pastor arriba guindada en una loma. Si es para comprar queso, suba que no se arrepentirá.

Una vez esto salga de nuevo hacia la izquierda, para echar una partida de futbolín y entrar en calor en el bar que se encuentra en Lomo del Palo, fácil de localizar porque se trata de una solitaria construcción en la carretera y con una suerte de mirador ´doméstico´ con sus sillas y sillones al otro lado de la calzada.

Lomo del Palo, además de bar con entretenimiento, queso, pan bizcocho, vino para picar y buenas vistas, atesora algunas de las mejores queserías del norte de Gran Canaria. Como la de Eloisa Quintana, con leches de cabra y oveja, que también ofrecen un excepcional queso de flor cuando llega la época y que son necesarios encargar dada la demanda.

Si ha partido de buena mañana y siempre que se haya saltado el asadero en La Laguna, aún le dará tiempo de arriesgarse a terminar en Artenara por una de las rutas más bonitas que ofrece la isla de Gran Canaria.

Si es así, continúe por la GC-702 todo tieso hasta llegar al cruce hacia Fagagesto. Tómelo. En la señal luce la GC-220 para más señas. Es como bajar a costa, momentáneamente, porque al poco de andurriar, y al mucho de volantear eso sí, de nuevo aparece otro cruce que indica la subida hacia El Hornillo, por la GC-217.

Afloje porque vienen curvas y utilice la pita a discreción. El que vaya de copiloto puede alongar la cabeza por la ventanilla y ver cómo el mundo se hace cada vez más pequeño, hasta que aparece Agaete como si fuera una diminuta maqueta de trenes.

Así hasta que aparecen las presas de Los Pérez, Las Hoyas y Lugarejos, que se encuentran envilmadas en aguas tras las lluvias del pasado invierno y la entrega, corta pero brutal, de este pasado octubre. Si ven a un señor mayor, aunque la temperatura haga moquear disfrutando de la tarde en un banco de la ribera de Los Pérez, probablemente sea Bernabé Rivero, dispuesto a dar una conversa y a explicar el cómo de la mecánica de aquellas tres presas encadenadas casi en el aire bajo los riscos de Tamadaba.

La subida es entrar en el territorio de Artevirgo, la prehipánica población troglodita, e implica un par de paradas para observar las lagunas y sacar unas fotos si es que la bruma lo permite, con un próximo y último objetivo a la vista: el pueblo de Artenara, al que se llega con tiento escalando la carretera GC-217 que atraviesa por Coruña.

Una vez acabado ese tramo se llega, casi sin previo aviso, a la carretera general, la GC-210. Coja hacia la izquierda, ya que si va de frente termina en Ventanieves, en los zaguanes de la bella Acusa, pero esa es otra historia.