Está a menos de media hora a pie y a casi dos kilómetros del barrio de El Risco, en la carretera de Agaete a La Aldea. Y, sin embargo, sigue siendo un rincón por descubrir, aunque cada vez menos. Decenas de aficionados al senderismo se sienten atraídos cada semana por la pequeña cascada y por la posibilidad de darse un chapuzón en sus aguas dulces.

El calor que anuncia la proximidad del verano ha mermado el volumen. Pero el barranco sigue proporcionado un caudal permanente que llega desde La Cumbre para conservar el atractivo de este rincón.

El Charco Azul es un pequeño caidero natural de unos 20 metros de altura, cuya formación geológica ha forjado a sus pies una pequeña piscina de múltiples tonalidades. A este minúsculo lago se le han ido sumando otros en su bajada por el barranco. Esta imagen del afluente discurriendo libre por permite a los visitantes zambullirse en sus frías aguas dulces y secarse en sus rocas.

La piscina formada bajo el salto de agua recrea una marea de mil colores, dependiendo de la hora del día, ya que la enorme pared frena el paso de la claridad a primera hora para dejar solo un resquicio, lo suficiente para permitir la entrada de la luz a raudales en estos días de sol, generando una imagen muy singular a sus pies. A esto se suma la multitud de plantas que se han ido formado en el fondo, y que impiden visualizar la verdadera altura en algunas zonas.

Pero no es el único charcón, ya que el barranco cuenta con distintos y a diferentes niveles.

El recorrido a pie es accesible para prácticamente todas las edades. La puerta de entrada está en el mismo barrio, al borde de la carretera que une Agaete con La Aldea (GC-200). Y los pasos a seguir están indicados por una serie de señalizaciones de madera que indican 'Charco Azul, SL 02'. Y, a su vez, una serie de carteles informativos en la pequeña plaza junto a la carretera muestran algunos datos más sobre este barrio, su importancia y su integración en el proyecto Ecobarrios, impulsado bajo la marca de la Reserva de la Biosfera de Gran Canaria por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria . Para acceder a este entorno natural, conocido como charco de mil colores hay que cruzar el escarpado barrio de El Risco, pasando junto a la ermita y la plaza, sus casas y las distintas fincas agrícolas y palmerales, antes de entrar en la ruta más natural, con la mirada constante en lo alto del risco de Faneque, Tirma y el Pinar de Tamadaba.

Dejando atrás las casas de Las Rosas, el senderista se adentra en el cauce del barranco, que llevará distinto nivel de agua, según la época del año. En este momento, después de los últimos días de calor, apenas discurre un pequeño riachuelo.

El sendero está bien señalizado, además de que el propio paso de los caminantes facilita el recorrido. Y, además, una tubería negra que recoge agua desde la zona alta discurre de forma paralela prácticamente en todo el recorrido.

En algunos tramos es posible ver a turistas en el camino, y a niños jugando en sus pequeños charcos. En esta temporada, además, el color verde de las montañas muestra una imagen mucho más atractiva. Eso sí, el rabogato sigue dejando muestras del carácter invasor de esta planta, que se ha ido apropiado de todas las faldas de la montaña en esta zona del Este de Gran Canaria, sin que se hayan adoptado hasta el momento las medidas para evitar que arrase con la vegetación autóctona que, pese a todo, trata de sobrevivir en este territorio de temperaturas dispares.

Después de superar un desnivel de casi 100 metros desde el pueblo, el final del sendero muestra en todo su esplendor la riqueza geológica del lugar, con sus distintos estratos visibles y el agua cayendo en distinta proporción por las laderas de los riscos, erosionando la piedra hasta crear el charcón principal. Y en este marco de enorme vegetación se encuentra el Charco Azul, formando una pequeña piscina de aguas frías, rodeada de la tranquilidad rota por el salto, las ranas y algunos pájaros. Y, aunque en general, en un buen estado de limpieza, con algunos signos de la presencia humana.

El paisaje se engrandece por la rica vegetación del entorno de este valle, que no puede ocultar la imagen del mar en la distancia y de sus acantilados. Todo ello, en un entorno "agreste", como ha sido definido.

Dentro de las singularidades del lugar, hay incluso quien ha querido ver en el Charco Azul el rostro de Jesús entre los pequeños salientes de la cascada principal y los distintos tonos de la roca. Este fenómeno geológico mostraría unos ojos semihundidos, la nariz, labios y bigote, y la barba.

Los vecinos de El Risco se han acostumbrado a la presencia de los senderistas. Al menos cien el pasado fin de semana, asegura un lugareño, dispuesto a acompañar en su coche parte del tramo del pueblo, que precisamente es el más difícil de todo el recorrido, debido a su elevada pendiente.

El barrio de El Risco, y de forma particular el Charco Azul, se ha incluido en un proyecto piloto de desarrollo sostenibles denominado Ecobarrios, promovido por el Cabildo de Gran Canaria y la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, y que engloba a otros seis pequeños núcleos de población, como El Carrizal, de Tejeda; Lugarejos, de Artenara,; Tunte, en San Bartolomé de Tirajana; Barranquillo Andrés, en Mogán; Tasarte, de La Aldea; y Aríñez, en San Mateo.

El Risco, en Agaete, está situado a unos 130 metros de altitud, y cuenta con una población que se aproxima a los 300 habitantes. Y, como señala uno de los carteles informativos colocados en la entrada, este valle "alberga una de las pocas zonas aptas para la agricultura en esta zona de la Isla, lo que ha permitido la existencia del asentamiento humano". Y el barrio cuenta con unas 90 viviendas, así como ca si una docena de casas rurales.

Agricultura

En un entorno rural y ganadero, sobresale entre su playa, que en estos días acoge a muchas caravanistas, y las pequeñas fincas agrícolas, sobresale por su Charco Azul, que ha sido denominado dentro de este proyecto piloto como "una lámina de agua dulce en el cauce del barranco de El Risco determinada por la presencia de una marmita de gigante, formada por la acción erosiva de los materiales de aluvión en caída vertical sobre un sustrato lítico compacto. Estas estructuras se vacían de materiales de aluvión de forma natural en relación con la intensidad de la circulación de la corriente de agua".

El plan de actuación previsto para esta zona contempla "activar los itinerarios vinculados a la presencia del agua en el lugar". Para ello, los técnicos de distintas áreas de la Universidad plantean afianzar, mejorar, balizar y señalizar el sendero que conduce hasta el Charco Azul desde el núcleo de viviendas.

Para ello, la actuación sugiere colocar balizas en los márgenes del sendero, con marcas en el camino útiles para guiarse que podrán llevar códigos QR, en el que los visitantes, con la ayuda de la nueva tecnología, podrían durante el recorrido profundizar en el conocimiento global de este lugar.

Al mismo tiempo, el proyecto pone sobre la mesa la opción de instalar iluminación LED con baterías solares para posibilitar su tránsito al oscurecer, y marcas en el suelo "que aportaría valor añadido a este sendero, convirtiendo esta cuenca balizada en una intervención paisajística única en la isla". Este itinerario culminaría en este caidero natural mejorando su accesibilidad. Eso sí, con el riesgo de que se convierta en un destino masivo de excursionistas, dada la facilidad de acceso.

En el Charco Azul se pretenden colocar plataformas de madera sobre las rocas para acomodar la estancia de los visitantes y como final del paseo.

De forma complementaria, en el barrio se marcarán unos itinerarios para conocer los lugares de interés, con el fin de activar la economía local, se incorporarán señalizaciones informativas que sirvan de guías y se acondicionarán dos estanques como miradores que ocupan una posición estratégica, según los autores, que hablan de que este itinerario urbano complementa al propio de los charcones, "ofreciendo un disfrute de sus productos tradicionales, y viceversa, llegar al charco complementa la oferta recreativa del núcleo. Ambos recorridos permiten un obtener una lectura más completa de este enclave".

Y, por último, se trabaja en el acondicionamiento de aparcamientos y la creación de plataformas-miradores, vinculados al itinerario urbano, aprovechando las infraestructuras existentes. Los senderistas encuentran también en el camino que conduce hacia la playa una forma de continuar con este paseo entre los acantilados que unen Agaete con La Aldea de San Nicolás..