Lo suyo es meter la pata... entre pan y pan, con queso tierno, acompañada de un zumo de naranja o un café con leche para que pase mejor, para tomar recién hecha o para llevar a casa. En el Bar Yazmina, del barrio de El Calero de Telde son expertos en preparar con mucho mimo y en tiempo récord bocadillos de pata asada que más de mil clientes degustan cada día desde hace 29 años.

A las siete de la mañana comienzan los primeros pateos por el establecimiento. Desde primera hora de la mañana y hasta el mediodía, casi una treintena de patas asadas pasarán por el filo del cuchillo, bajo la atenta mirada de los clientes. "Las horas más fuertes son las del desayuno, aunque por la tarde se vende más para llevar", cuenta Óscar Rodríguez, uno de los cinco camareros y segundo de a bordo en el negocio.

El jefe y dueño del Yazmina también está tras la barra. Aunque le apodaron con el nombre de Kiko de pequeño, y con Kiko se quedó, Juan Moreno, tiene muy claro cuáles son los tres ingredientes especiales que en su local añaden al pan y a la jugosa carne: "Mucha calidad, buen precio y por supuesto, grandes dosis de cariño".

A Kiko no se le sube la pata a la cabeza y con tanta humildad como éxito tiene su pequeña empresa, asegura que lo suyo es un trabajo que se ha ido haciendo y se hace "despacito". Tal vez las más de 70 Vírgenes, cortesía de sus clientes, que tiene en una de las repisas, le hayan ayudado también a continuar con las ventas. "Nunca hemos hecho ofertas, siempre son los mismo precios y las mismas variedades: pata (2 euros) o pata y queso (2,20 euros)", explica.

Y... ¡Bote! La propina es lo último antes de abandonar el bar, en el que por sus dimensiones no se puede aglomerar mucha gente. Por eso, si alguien es "invitado" a irse del establecimiento inmediatamente después de desayunar, no ha de ofenderse, pues es su "manera de trabajar", tan realista como necesaria. Como dice Kiko: "si ya has terminado, ¿para qué te vas a quedar si hay gente que aún no ha desayunado y no puede entrar?"

No obstante, todo merece la pena para entrar en este templo de la pata asada. "A este lugar viene gente de todas las clases sociales y con todo tipo de trabajos y esa mezcla es la que lo hace bonito y diferente", asevera Óscar, mientras sirve un donut, el único que hasta el momento algún goloso se decidió a pedir. No fue Neftalí Ramos, quien lleva acudiendo al Bar Yazmina "desde que tenía uso de razón" y desde luego, tampoco fue Ramón Arenas, quien entre bromas asegura que cada día coge un avión desde Barcelona solo para comer "la mejor pata del mundo".