Si hay una sopa perfecta para las aptitudes culinarias dudosas es la crema de calabacín. La fórmula de calabacines hervidos y triturados y un poco de queso, muchas veces, y algo de crema de leche o aceite, es un clásico de los menús fáciles y asequibles. Es un plato muy utilizado y vale la pena conocerlo.

Como en toda crema donde las verduras se someten a un hervido prolongado, el contenido vitamínico es escaso. Sí aporta fibra y potasio que no se pierden en la cocción. Justamente, una de las ventajas de este tipo de preparaciones es que se aprovechan casi todos los minerales. Otra ventaja de esta crema es la ligereza. Hay que recordar que un 95% del calabacín es agua y que su energía no supera las 26 Kcal/100 g.

Claro que si la cantidad de crema de leche o de aceite es demasiado generosa, la energía aumentará, si bien, en el último caso, las grasas serán mucho más recomendables. En definitiva, que 100 g de crema de calabacín con un quesito por persona, fórmula muy utilizada, por cierto, raramente aportarán más de 50-70 Kcal/100 g.

Será, por tanto, una sopa ideal para dietas de energía controlada, personas con problemas de hipertensión y, sobre todo, para personas con poca ciencia culinaria y/o poco presupuesto. Ahora bien, para vitaminas, mejor una ensalada.

-Se puede dar más sabor y vitaminas a la crema aderezándola con un sofrito suave de cebolla y aceite de oliva. No pasar de una cucharada de aceite de oliva por persona.

-La crema resultará más suave y más adecuada para los niños si se combina el calabacín con patata y se adereza con un poco de leche y aceite de oliva.

-Un tropezón perfecto es una cucharadita de piñones o unas tiritas de pimiento asado. O de jamón de bellota