Todos los padres o casi todos saben que la dieta de sus hijos es importante no sólo para su salud sino también para que su rendimiento escolar sea óptimo. Seguir una dieta adecuada hace que todos los órganos estén en forma y por tanto que el cerebro cumpla sus funciones a la perfección. Aunque la teoría esté clara, se siguen cometiendo errores. Uno de ellos es dar al niño una dieta equilibrada en su conjunto, pero baja en energía.

El crecimiento y la actividad física pueden hacer que el niño disponga de una energía insuficiente y que sus niveles de glucosa no sean óptimos. No hay que olvidar que el cerebro consume un 25% de la glucosa que necesita el organismo. Estamos tan preocupados por el sobrepeso (y con razón), que es relativamente fácil caer en el extremo opuesto.

Otro punto siempre conflictivo en la dieta infantil es el consumo de pescado. Es un alimento importantísimo no sólo por los famosos omega tres sino por el yodo, ambos nutrientes básicos para el funcionamiento cerebral. Hay que hacer lo que sea para que el niño tome unas tres veces a la semana pescado, y a ser posible incluir pescado azul. No hace falta que sea lenguado o rape, basta con que se trate de un pescado de calidad. Con frecuencia, los niños rechazan el pescado porque el que se les da no es nada apetecible.

Otro tema importante es la correcta hidratación del niño. Se sabe que con un 2% de deshidratación el rendimiento físico e intelectual disminuye. El ejercicio y la temperatura ambiente pueden aumentar sus necesidades hídricas. Y un aspecto crucial en el que se falla es el del ejemplo en casa. De nada sirven los discursos dietéticos bienintencionados si los padres comen de cualquier forma.

Los niños son grandes imitadores. Unos padres obsesionados con el peso y la dieta pueden ser casi tan perjudiciales para el niño como otros que cenen cada día quesos y pizza. Hay que promocionar en casa una buena dieta, y también una buena relación con la comida.