Nos telefonea Monsieur Cajara-ville, y con evidente entusiasmo nos propone ir a El Tablero para comer en Los Tabaibales. Propuesta que de entrada nos pareció un marrón. Pero teníamos deseos de ver al amigo, que estaba pletórico -dijo- porque le habían enviado de París un repuesto para su Citroën DS-21 negro y quería darle un poco de caña.

Tiramos carretera arriba por los cerros de San Bartolomé y, como suele suceder, no atinaba con el GPS; así que, tras una perdida para recordar, acudimos a un lugareño, informándonos de que el figón podría estar en El Calderín. Y como seguíamos a la deriva llamamos al restorán y una simpática dama nos fue indicando la ruta; con lo que al fin dimos con el poblado, que está situado en una meseta: la mejor atalaya para contemplar la urbanización turística y las áureas dunas, amén de que su aspecto -autoconstrucción con torcidas callecitas rotuladas- nos trasladó a un pueblito del Méjico profundo; incluso había ese sol de tuneras y cardones y -literalmente- varios caballos estaban a los suyo a la puerta del figón.

Y allí nos esperaba Ángela, nuestra shepard a distancia, que resultó ser la nuera de don Martín Encinosa -nombre que bien pudiera ser el de un hidalgo criollo en una novela hispanoamericana- patrón de aquella suerte de cantina. Excuso decir que llegamos histéricos, pues ocurre que cuando nos perdemos tratando de encontrar un restorán a la hora de comer, se descontrola el estrés y el apetito se torna hambruna; comienzan a bullir infundados temores: que ya no quedan mesas, que la especialidad se ha agotado. Le había estado recriminando a Monsieur su indolencia con el chisme, pero pasó. Solo le causó risitas nerviosas.

Cruzamos el umbral y apareció un modesto comedor con una vitrina llena de trofeos (copas, placas, estatuillas) y pronto nos informaron de que también el figón es la sede del Club de Petanca El Calderín, e inmediatamente reaccionó nuestro amigo: "Es depogte galo". Comprendimos entonces aquel inusual entusiasmo. Pasamos luego a otro comedor -también de construcción y casera, y también de insospechable limpieza- y en una de sus paredes, frente a la impoluta cocina abierta y una larga barra que sugiere muchas "perras" de ron (a modo de pulque) y pejines (a modo de tacos), vimos colgando instrumentos de cuerda y un acordeón, como si por allí hubiera un mariachi. Y nos dan la bienvenida dos hijos del patrón: una risueña de blanco radiante, Zaida, y su hermano Yeray, que hace de camarero, el esposo de Ángela, la responsable de la limpieza. Gente muy amable y con ganas de trabajar contentos. Y como Monsieur declaró su afición por el veguero, nos mandaron a una terraza que hace de gradas del terrero para la petanca y el Juego de bola canaria también.

La carta no tiene complicaciones, la mayoría son frituras: longorones, lapas, pata de cochino al horno, Vuelta y vira, conejo, pescado a la plancha... Pedimos solo medias raciones: calamares (6,90 y 9,90?), chocos (5,90 y 8,90?), baifo (8,50 y 13,50?) (excelente), un tierno ¡cochino! (4,90 y 7,50?) que, una vez más, dejaría a nuestro compañero en trance, y una Cabra compuesta (6,50 y 8,90?) que no pudimos evitar porque Yeray nos advirtió que es la especialidad del patriarca. Comprobaríamos después que el ragú es de toma papa y empapa. Y mientras llegaban aquellas medias raciones -que por el camino se hicieron gigantes, y estaban ricas- cayeron papas arrugadas y una salsa-emulsión tipo alioli. Además, cada plato vino con papas fritas y Coleslaw, de la que Monsieur hizo un encendido elogio: "La col e tre bon pur le higadó". Mal tenía que tener la carajaca nuestro libertino amigo, cuando a la zorruna solo pidió agua. Bezoya por más señas.

El calor se hizo insoportable. Regresamos al comedor y sobre la barra vimos una apetitosa tarta de queso. Zaida nos comentó que también le encanta la repostería; así que con el cafelito atacamos un trozo, que resultó -para este tartafóbico- deliciosa, con el justo azúcar. Y seguimos pegando la hebra. Zaida nos informó que suele preparar Ensaladilla, Ropa Vieja... y los domingos Paella; que también tienen fieles clientes extranjeros; que los jueves se monta una parranda canaria y el local se peta que es el asombro. Resulta ser que su señor padre se arranca con aquellos instrumentos y el público pega a cantar. Además, don Martín -que tuvo con su esposa 13 hijos- aparte de músico y cocinero es un excelente jugador de petanca, el subcampeón de Canarias. Y ya de regreso, tras pagar por todo 42?, Monsieur nos hizo la siguiente cuita: "Monsieur Egnandéz: qué pena de lugag, aquí se pudo habeg levantado la más exclusiva ugba-nización residenciel". Es un preclaro en asuntos inmobiliarios. Mas nosotros pensamos que sería un pecado de lesa humanidad cargarse todo aquel perdido y bienavenido caserío. Y continuamos carretera abajo con la magua de no haber saludado a don Martín que, en verdad, tiene que ser un personaje. Todo se andará. Abierto miércoles y jueves para la cena; viernes y sábado, también para el almuer-zo, y los domingos solo a mediodía. Tel: 928 142 901.