Ayoze García

"Esperaba que hubiera menos gente", comentaban en la fila de atrás antes de apagarse las luces en la sala del Monopol. Es cierto que éramos bastantes, y se adivinaba que no todos aquellos valientes seguirían en sus asientos casi cuatro horas después. Pero a estas alturas, quejarse de que una película de Lav Diaz es demasiado larga es como decir que Goya se excedió con los tonos oscuros en las Pinturas Negras. Simplemente, es lo que hay, se toma o se deja. Y de hecho, los 226 minutos de 'The Woman Who Left' (que se proyectó el jueves por la tarde dentro de la Sección Oficial del festival) suponen un ejercicio de concisión si se comparan con las nueve horas que alcanzan varios títulos de la filmografía de este director filipino. La cuestión, entonces, es determinar en cada caso si saca partido o no a duraciones tan extremas.

En 'The Woman Who Left', Diaz vuelve a inspirarse en la literatura rusa. Después de dejar constancia de su admiración hacia Dostoyevski en más de una ocasión en los argumentos de sus películas, aquí toma como punto de partida el relato de Tolstoi 'Dios ve la verdad pero no la dice cuando quiere', sobre un inocente que permanece veinte años encarcelado en Siberia. Dicha narración, que tiene mucho de arquetípico en su tratamiento de los temas de la injusticia y la redención, sirvió de base para una novela corta de Stephen King, que a su vez dio lugar a la celebérrima 'Cadena perpetua', de 1994, protagonizada por Tim Robbins y Morgan Freeman. E incluso se detecta la misma influencia de Tolstoi en 'Sympathy For Lady Vengeance', película de 2005 que supuso el cierre de la trilogía de la venganza del coreano Chan-Wook Park y que ya había aportado una versión con protagonismo femenino de este esquema argumental.

Lav Diaz no tiene problemas para marcar distancias respecto a todos esos antecedentes, y también respecto al cine de género al que se presta esta temática, gracias a la rigurosidad de su estilo (fotografía en blanco y negro, planos fijos, ausencia casi total de música) y a su apego a la realidad de su país. Corre el año 1997 en Filipinas, y en medio de lo que las emisoras de radio califican como epidemia de secuestros de empresarios y millonarios, una maestra llamada Horacia Somorostro sale de la cárcel tras treinta años de encierro por un crimen que no cometió. Sabe quién es el culpable de esa injusticia, y que a causa de la ola de secuestros esa persona tiene restringida la libertad de movimientos y vive rodeada de guardaespaldas. Va en su busca.

El problema es que tras un comienzo que transcurre a un ritmo razonable, la película entra en un bache mientras Horacia pasa una noche tras otra espiando la casa del enemigo del que quiere vengarse. Esa sucesión de escenas nocturnas son lo más plúmbeo de la película, si bien sirven para introducir una serie de personajes secundarios (en especial un vendedor callejero y un homosexual epiléptico) que serán importantes en el desarrollo posterior de los hechos.

Afortunadamente, 'The Woman Who Left' recobra el pulso, y si uno aguanta el embate verá recompensada su resistencia, puesto que varias de las escenas más impactantes de la película se reservan para el tramo final. Para entonces, la actriz que interpreta a Horacia, Charo Santos-Concio, ha desgranado todos los matices de un personaje sometido a emociones extremas, sin exteriorizar en exceso y sin necesidad de que Diaz nos muestre primeros planos de su rostro. El conflicto de Horacia procede del contraste entre su bondad natural y sus ansias de venganza. Una venganza que, tanto si se consuma como si no, ya ha erosionado su vida hasta casi convertirla en una cáscara vacía.