Ayoze García

El domingo por la noche en el Monopol, en una de sus entusiastas presentaciones, el programador Jesús Palacios comentaba que 'Cosmodrama' es la película que le inspiró a preparar el ciclo 'No future: la nueva ciencia ficción', que complementa la parrilla de la presente edición del festival con una nueva aproximación al cine de género, después de la dedicada al 'Neowestern' el año pasado.

Con 'Cosmodrama', de 2015, el director francés Philippe Fernandez se sitúa en efecto en las antípodas de la ciencia ficción comercial. De hecho, se adentra con un entusiasmo tal en el mundo de las ideas que esto más que una película parece una lección de astrofísica (hasta la división por capítulos refuerza esa impresión), aunque una lección muy bien sazonada con música electrónica y decorados de estética retro, a lo 'Perdidos en el espacio'. La esperanza que tenía Fernandez, supongo, era que la multitud de teorías sobre el universo que comentan los personajes cristalizara en un momento dado en una reflexión sobre el ansia humana de conocimiento. Más o menos lo consigue.

Un grupo de científicos, pensadores y artistas despiertan en una sofisticada nave espacial sin saber qué hacen allí, de dónde vienen ni a dónde van. De modo que se dedican a investigar. Llevan a cabo con velocidad pasmosa descubrimientos sobre el big bang, la materia oscura y la aplicación del darwinismo a la teoría de los universos paralelos, mientras el psicoanalista, un calco de Freud con una pizca de Bill Murray, masca su pipa sin tabaco y barrunta que toda esa información es inútil si no responde a las grandes preguntas sobre el sentido de la existencia. Por algo es el personaje más amargado y depresivo de la película, y el que se lleva las peores caídas cada vez que la gravedad se desactiva por error.

Al final, los propios científicos habrán de admitir que sus indagaciones tienen la doble limitación de que el ser humano necesita siempre un mínimo de misterio en su vida, y de que no puede conocer del todo un universo del que forma parte (de ahí que se invoque la figura del matemático Kurt Gödel y sus teoremas de incompletitud). Resulta un tanto descorazonador, pero tiene su lado bueno, porque la rutina de la expedición de 'Cosmodrama' no difiere tanto de la de cualquiera de nosotros: después de pasar el día tratando de explicar su presencia en un entorno extraño, siempre les queda tiempo para echarse un bailoteo en la discoteca de la nave.