ShameClasificación [ **** ]

Reino Unido. 2011. 99´. Dirección: Steve McQueen. Guión: Steve McQueen y Abi Morgan. Reparto: Michael Fassbender, Carey Mulligan, James Badge Dale, Nicole Beharie, Hannah Ware

El cineasta británico Steve McQueen le gustan las controversias. Proveniente del videoarte (tiene a sus espaldas un currículum que ha pisado los centros de más alta alcurnia artística), se estrenó en 35 milímetros llevando a la pantalla la huelga de hambre de un grupo de terroristas norirlandeses presos durante los años más duros del thatcherismo. Lejos de imitar el realismo social de Ken Loach, Hunger (2008 se centraba en el uso y abuso del cuerpo (la decadencia física a la que se abocaban los protagonistas), para, finalmente, ofrecer un filme donde el sacrificio del protagonista se asemejaba al vía crucis cristiano. Por ese trabajo logró la Cámara de Oro en el Festival de Cannes, pero ni ese premio ni la polémica consiguieron que la película se estrenara en nuestras pantallas.

Ahora llega su segundo largometraje, tampoco fácil ni exento de dobles lecturas, en el que sigue a un joven adicto al sexo en el Nueva York contemporáneo. Shame, así, pues, también se centra en el cuerpo del protagonista (otra vez el norirlandés Michael Fassbender), pero para explicar una historia casi opuesta: el viaje que emprende Brandon no es de liberación, como ocurría en el caso de Bobby Sands, sino de caída a los infiernos interiores, del propio deseo convertido en prisión de la voluntad.

McQueen construye una película que, como la primera, va in crescendoa lo largo de tres actos. Su mirada es elegante y precisa; corre en paralelo al pathos de la trama y sucumbe a la intensidad. Es precisamente en esos momentos de éxtasis, en el orgasmo de la caída, donde el cineasta consigue los planos más bellos, a la par que los más terroríicos; donde la hasta ahora austera interpretación de Fassbender se torna tan poderosa y dramática como los mármoles de Bernini. De hecho, la capacidad de McQueen de actualizar la tradición iconográfica otorga potencia a un guión que peca de lugares comunes y transforma, de este modo, la propuesta de filme conservador a película continuista, con voluntad de clásico.