Después de las maravillosas Promesas del Este y Una historia de violencia, David Cronenberg prosigue su cruzada por explorar la cara demoníaca de nuestra naturaleza. Claro que, en esta ocasión, no recurre a un atractivo chófer que trabaja para una importante familia mafiosa de Europa Oriental o a un pacífico habitante de una pequeña localidad del interior de Estados Unidos, sino a tres personajes reales: el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud (Viggo Mortensen), su discípulo, Carl Gustav Jung (Michael Fassbender), y Sabina Spielrein (Keira Knightley), una paciente aquejada de esquizofrenia, a la que Jung hizo su amante -más tarde ella misma se convertiría en psicoanalista-, y que fue el origen de las desavenencias entre ambos médicos.

En Un método peligroso, Cronenberg, atraído por los senderos fílmicos sin asfaltar, sienta a los tres personajes en un diván para darnos a conocer sus problemas afectivos, familiares, educacionales (¿Sexo? Varón ¿Familia? Hijo ¿Divorcio? No), pero sobre todo la insalvable diferencia de presupuestos, psicológicos y sociales, entre Freud y Jung. Jung no compartía la exclusividad de la sexualidad en la formación de la personalidad, pese a los ruegos de Freud: "Mi querido Jung, prométame que nunca desechará la teoría sexual. Es lo más importante de todo. Vea usted, debemos hacer de ello un dogma, un bastión inexpugnable contra la negra avalancha del ocultismo" (De Recuerdos, sueños, pensamientos, de Jung).

Un método peligroso es, en este sentido, la película más clara y abierta de Cronenberg en materia sexual y emocional. Las sensaciones que quiso expresar el director de películas como Crash, M. Butterfly o Inseparables quedan, expuestas al contraluz con las imágenes de Un método peligroso, empequeñecidas, difuminadas. Es como si Cronenberg se hubiera vaciado en esta ocasión más que en ninguna otra, atendiendo meticulosamente todos los puntos del relato y nivelando la balanza entre los resortes melodramáticos y los sentimientos auténticos, diseccionados por el certero bisturí de un realizador experto en desenmascarar debilidades humanas.

La presencia de dos intérpretes como de Viggo Mortensen -actor fetiche de Cronenberg- y Michael Fassbender -uno de los jóvenes superhéroes de X Men: primera generación y protagonista de la nueva versión de Jane Eyre, de Cary Fukunaga- da dimensión, por el excelente trabajo de ambos, a este historia trágica y mórbida, de peligrosas atracciones y fatales subordinaciones. Otro tanto puede decirse de Keira Knightley, que dota de etérea envergadura a su personaje. Una película verdaderamente fascinante de la que se debe destacar, además, la magnífica banda sonora de Howard Shore. Una de esas raras ocasiones en las que el poder de las imágenes se corresponde con una historia que las merece.