¿Cómo llega el proyecto de Open Windows a Nacho Vigalondo y cómo se armó esta coproducción entre España, Estados Unidos y Francia, y que es su tercer largometraje?

Pues como cualquier película. En este caso, los productores vinieron a mi con una propuesta que completé y que de alguna manera llevé al extremo. Ellos querían que internet tuviese una parte importante en la pantalla, que la película transcurriese íntegramente en internet, con lo cual repito que quise llevar al extremo una propuesta de thriller. Y a partir de ahí, pues nada, el proceso de producción y de diseño que se suele hacer en cualquier película, aunque en este caso con un dificultad incrementada por el propio lenguaje de la película, por el mero hecho de que era algo que no se había hecho antes. Tuvimos que inventarnos todo el proceso a la vez que lo hacíamos.

¿De qué manera influyeron esas dificultades a las que alude en el resultado final de la cinta?

Hay una complejidad inevitable porque es una historia bastante insondable, de plantear la historia en tiempo real aunque luego hay trucajes de todo tipo para que sea más una ilusión que una realidad, pero se desarrolla en tiempo real, estamos siguiendo constantemente a un solo personaje, jugando con sus puntos de vista, pero jamás nos despegamos de la pantalla del ordenador. Hay elementos como pueden ser el flashback que está muy presente en esta película, aunque la mecánica detrás es muy distinta por la enorme presión el propio formato.

Un reto a todos los niveles como director y guionista, y un cambio de registro para adentrarse en este juego tecnológico en el que se acentúa la condición de observador y observado.

Si, desde luego. Es una película que no es común y que no se adscribe a corriente alguna. Esto de por si ya es complicado, y lo es con cualquier producción en cualquier país porque el cine está más polarizado que nunca con opciones más que reconocibles. Y hacer una película de esta naturaleza es complicada. Rodada normal ya lo es, así que imagínate con esta capa extra.

No es una película fácil ni diseñada para la taquilla sino para el espectador. Como ha reiterado en varias ocasiones, ¿el cine que le interesa es el que despierta sensaciones, que hace reflexionar al público?

Nunca pienso en la taquilla cuando hago una película. Creo que la labor del director es pensar completamente en el espectador, y entiendo esto como parte de mi trabajo. Lo que es taquilla, es otra disciplina que no es enteramente de mi competencia, y además porque el cine que hago no tiene esa vocación. Igual prefiero sacrificar la taquilla de un fin de semana pero que la película siga teniendo interés dentro de diez años, por poner un ejemplo.

Producciones como Ocho apellidos vascos, de Emilio Martínez-Lázaro, que recaudó unos 42 millones de euros y es la película española más taquillera, o El Niño, de Daniel Monzón, que en su primer fin de semana ha facturado 2,8 millones, cifra superior a la que obtuvo la primera, representan el estado actual del cine español.

Ocurre que el cine español tiene taquillazos y es algo que constantemente olvidamos. Por alguna razón, que algún día alguien tendrá que explicarnos, la sombra del fracaso siempre está proyectada sobre el cine español, y eso es porque cuando hay un fracaso lo colectivizamos, la gran maldición del cine español, pero cuando hay un éxito lo personalizamos. Ninguna cinematografía es así en el mundo, no existe eso. No podemos tampoco comparar a España con un país imaginario, y a veces caemos en la tentación de comparar a España con Estados Unidos no tienen nada que ver, siempre caemos en esa trampa, y deberíamos comparar a España con el resto de países europeos, y a lo mejor en esa comparación nos llevamos la sorpresa porque no estamos tan mal.

Volviendo a Open Windows, Elijah Wood y Sasha Grey son los protagonistas. ¿Cómo se involucraron en esta cinta y que tal fue trabajar con ambos?

Fue posible gracias a quien está detrás de la película, Wild Bunch, Apaches Entertainment, gente que tiene un pie en el mercado internacional y saben como acceder a los actores. A Elijah Wood le conocía personalmente y quería trabajar con él, no solo como actor sino como persona. Y en ese sentido, tuve la suerte de que le interesara la propuesta. Con Sasha todo fue bien, la anterior película a ésta era de terror también, y tuve una suerte con ellos que se involucraron totalmente. Igual con Neil Maskell, que hace de villano. Elijah nació en el cine, se ve en la precisión con la que trabaja, la capacidad que tiene para afrontar los distintos papeles y el modo de trabajar con el resto del equipo, algo admirable la verdad.

¿Satisfecho con el resultado final, el impacto que ha tenido en el público y en la crítica? ¿Qué nuevos proyectos tiene en desarrollo?

Hay otras películas que después de estrenadas quedan en otro plano, y con esta no he parado. He estado en Londres, ahora en Gran Canaria, estaré en Oporto, y todo ha sido muy positivo hasta ahora. Y cuanto a lo próximo, tengo películas en desarrollo ahora mismo, pero como no hay financiación alguna cerrada, no me aventuro a contar nada de un futuro próximo.