'Mary Is Happy, Mary Is Happy' del tailandés Nawapol Thamrongrattanarit es una de esas películas montadas en torno a una premisa muy llamativa que lo mismo podría acabar desvelándose como una vanidosa triquiñuela.

Y al igual que 'Memento' no es sólo una historia contada al revés, o que 'El arca rusa' tiene otros puntos de interés además de haberse rodado en un único plano secuencia en el Museo del Hermitage, Thamrongrattanarit justifica con sus hallazgos la decisión de hacer que su filme gire en torno a 410 mensajes consecutivos publicados en Twitter por una joven compatriota suya; le pidió permiso para el experimento, pero solo llegó a conocerla en persona tras el estreno del filme.

Esa verdadera Mary tiene casi 45.000 seguidores en la red social y destaca por la radical subjetividad de sus reflexiones cibernéticas: si sueña con París, puede escribir que se encuentra allí, por ejemplo. Y de los mensajes seleccionados deducimos que para ella Twitter es el equivalente de un diario, un acto de comunicación que no espera necesariamente respuesta.

Se desarrolla aquí un doble juego: por un lado, la relación entre la Mary que escribe y la Mary filmada. No tiene por qué darse una gran semejanza entre ambas: al fin y al cabo, Thamrongrattanarit inventó a la segunda (también adolescente y estudiante) partiendo de unos retazos de personalidad de 140 caracteres. Un proceso que resulta bastante familiar; quien más, quien menos, todos hemos cometido el pecado de fantasear embelesados ante una foto de perfil.

En segundo lugar tenemos el encaje de los 410 tuits, que en su origen no contaban una historia coherente. No contento con adaptarlos (ese es el verbo empleado en los títulos de crédito) y hacer con ellos una película, el guionista y director los sitúa en primer plano. Todos, del primero al último, irán apareciendo en el centro de la pantalla, para comentar la acción o adelantar una línea de diálogo, cuando no se salen por la tangente.

Esos mensajes tienen una periodicidad que marca el ritmo de 'Mary Is Happy, Mary Is Happy', una cadencia que podría volverse monótona a lo largo de las dos horas de metraje, pero que sufre numerosas sacudidas con el encadenamiento de sucesos fugaces que el espectador puede perderse si parpadea.

Lo curioso es que, si bien escuchamos un tecleo persistente, nunca vemos a la Mary de la película publicar un tuit; prefiere escribir en trozos de papel y pegarlos en la pared. De hecho, su relación con aparatos como su móvil o un ordenador del instituto es más bien accidentada, aunque sí se lleva bien con la cámara fotográfica con la que expresa su creatividad.

A Thamrongrattanarit le interesa analizar la tan extendida dependencia tecnológica (su debut, '36', tenía su desencadenante en la irreparable pérdida de datos de un disco duro) sin caer en el catastrofismo y explorando las posibilidades que se abren para el bricolaje emocional y las nuevas formas de narrar. Mary está contenta, Mary está contenta: lo mismo dicho una segunda vez. Las palabras, idénticas. El significado, variable.