Hacemos cuentas, y resulta que tras la jornada del martes han desfilado por las pantallas del Monopol más de la mitad de títulos de la sección oficial a concurso de LPA Film Festival, siete de trece. Los suficientes como para empezar a aventurar quinielas, aunque hasta ahora ninguno de ellos parece haber levantado un entusiasmo unánime. A un servidor le gustaría destacar la valía de 'Educaçao Sentimental', del brasileño Júlio Bressane. Volviéndola a ver en su último pase, me reafirmo en la impresión inicial: se trata de una pequeña y brillante rareza, capaz de conjugar el humor grueso con la ironía más fina, y la abstracción con el regusto a tierra de jardín. Ese tono peculiar descoloca lo suyo, y además la película pone en funcionamiento un autosabotaje constante que elimina cualquier atisbo de realismo.

Como dice la protagonista, una docente llamada Áurea, "contemplar es participar". Es decir, estamos ante un juego y al espectador se le invita, no a sentir como propios los avatares de los personajes, sino a buscar un sentido a todo el montaje y rellenar posibles huecos, siendo consciente de que los micrófonos y los focos habitan el fuera de campo de cada escena, y de que en un momento dado cabe introducir un telón en un cuarto de estar para reforzar la sensación de teatralidad.

El filme maneja dos referentes fundamentales, uno mitológico y otro literario. Así, Áurea se identifica con la luna, y conoce a un joven de nombre Áureo (este tipo de coincidencia resultaría rocambolesca en otro contexto, aquí importa bien poco). Él será su Endimión, el bello pastor griego del que se enamora la diosa Selene y que obtiene la vida eterna a cambio de permanecer dormido salvo cuando ella le visita.

Luego está lo que sugiere el propio título, préstamo del célebre libro de Flaubert 'La educación sentimental'. Áurea pretende, en efecto, ejercer de 'maestra de la vida' para el chico, ignorante y parco en palabras. ¿Conseguirá sacarle de su letargo intelectual? Esa debería ser la incógnita, pero las pocas esperanzas de alcanzar una resolución convencional quedan frustradas con la aparición de un tercer personaje, la madre del joven, interpretada por Débora Olivieri. Su papel desprende una sorprendente sintonía con la Kristin Scott Thomas de 'Sólo Dios perdona' -otra víbora de cuidado-, y tras dicho giro, el filme se colapsa y deja aún más a la vista los mecanismos de su artificio.

Si una estructura narrativa tan inestable se sostiene es gracias a Josie Antello, quien en su encarnación de Áurea saborea cada sílaba de sus monólogos y domina también el uso de la expresión corporal y la danza como espejo de los sentimientos. Estaría bien que al menos se la tuviera en cuenta entre las candidatas al premio a mejor actriz del festival.

'Educaçao Sentimental' es un filme que construye su misterio desde la sencillez, y uno se imagina a Júlio Bressane reprimiendo la risa con cada una de las ocurrencias inexplicables que consigue trasladar a la pantalla. Todo esto huele a ensimismamiento de cine de autor, pero también queda en el aire la sospecha de que el armazón de alta cultura que recubre a la profesora no basta para afrontar ciertos retos, y a duras penas puede considerarse pretenciosa una película que dura 84 minutos y tiene chistes sobre erecciones de piscina. Así que, ¡un poco de entusiasmo, señores!