La forma con la que Jacques Doillon ha concebido la realización de su film Mes Séances de lutte / Love battles recuerda a algunos títulos famosos de la Nouvelle Vague totalmente aburridos y disparatados que la crítica se ha empeñado a elevar a los altares.

La Nouvelle Vague surgió como reacción contra las estructuras del cine convencional en su momento. Pero Godard, Truffaut o Chabrol han tenido algunos tropezones en su filmografía realmente lamentables que el film de Doillon parece rememorar durante sus casi cien minutos de metraje continuamente.

Sé la importancia que este cineasta tiene para el cine contemporáneo francés, y el hecho de que en su filmografía se encuentren varias joyas en los años 60 y 70, pero, por mucho que el autor de Ponette quiera marcar distancias con sus compatriotas Mes Séances de lutte / Love battles presenta todos los defectos que alberga el cine francés desde los años 50. Para empezar no hay argumento, sólo vemos a dos personajes que en el campo hablan, discuten, se tocan, se pegan y a veces tienen sexo. Y también aparece una amiga de la protagonista a la que esta le cuenta cómo se va desarrollando dicha relación sadomasoquista. Esta idea de mostrar una sensualidad peligrosa, que parece una obsesión en la historia del país vecino, ya lo contaron a su manera Chabrol en Las buenas mujeres, Truffaut en Jules et Jim y Godard en Banda abierta y en los tres casos se saldaron con tediosas y absurdas realizaciones que muchos críticos han catapultado al olimpo de las obras maestras del cine.

Sé que muchos quedarán encantados con este claro ejercicio de contorsionismo visual totalmente incoherente en el que dos cuerpos se retuercen continuamente, ya sea en el suelo del dormitorio o en el barro de una acequia, y en el que el placer y el dolor se dan la mano, pero para ver imágenes esculturales prefiero ira a un museo, y para asistir a un ring dialéctico absurdo me quedo con los debates de la tele.