Carece de los resortes vitales para meter de lleno al espectador en los entresijos de un relato de intriga y de espionaje y aunque en determinados pero escasos momentos resulta interesante, se haya muy lejos de alcanzar los resultados de otras novelas de John Le Carré trasladadas a la gran pantalla, entre ellas el gran clásico 'El espía que surgió del frío' y títulos de la categoría de 'El jardinero fiel', 'El sastre de Panamá' y 'El topo'.

El caso es que a pesar de que el propio escritor ha elaborado el guion, éste no desata los hilos de un suspense que a veces palidece y que no aporta nada relevante a una especialidad que tiene en los últimos tiempos ofertas más brillantes. El hecho de que sea tan solo la segunda película de la directora Susanna White, que había debutado en 2011 con un relato infantil antagónico 'La niñera mágica' y el 'Big Bang', podría ser la clave de la limitada sintonía que ha tenido con el auditorio. Otro aspecto importante que tampoco encaja a la perfección en el engranaje dela cinta es la poco inspirada interpretación de un Ewan McGregor que parece estar fuera de onda en todo momento.

Su desconexión con la trama es algo que se advierte desde que aparece en la pantalla. Finalmente, hay que subrayar la escasa originalidad del argumento, que se vale de elementos harto conocidos y exprimidos en el universo no ya de una guerra fría pero sí de intensas maniobras de marcada y sucia ejecución. Aquí tiene que ver con la inevitable casualidad que provoca el encuentro en Marrakech de Perry y Gail, una pareja británica que está pasando unos días de vacaciones en su intento de superar la crisis que atraviesa, y un magnate ruso, Dima, que se hizo de oro blanqueando dinero negro, que vive una situción muy delicada en su condición de miembro de la mafia de su país. La desfachatez y la osadía de Dima y su capacidad para llevarse a Perry a su terreno es el comienzo de una peligrosa aventura que convierte al británico en portador de un documento de extraordinario valor.