"Todos los cuadros tienen las mismas medidas de ancho por alto y grosor: 100 por 100 centímetros, más 3,8 centímetros de grueso, que serán una continuación de la propia obra; de este modo evitamos la desigualdad en los formatos de los autores; lo que importa es la obra no el vestido", explica el gestor cultural Diego Casimiro, que organiza la exposición La manzana en la historia, una muestra con cuadros de 30 autores distintos con esta fruta como centro de gravedad, que se inaugura hoy en el Club La Provincia a las 20.15 horas y se podrá visitar hasta el próximo 1 de junio.

Si bien hay una homogeneidad temática y en en el formato, "la técnica es la propia de cada autor, unos con óleo, otros en acrílico, otros estilo mixto, o collage y sólo uno mediante grafito sobre papel, en eso no hay condiciones)", explica Casimiro.

Así, nos encontremos con un recorrido situado entre la Historia y el mito, más tendente al segundo que a la primera, donde la manzana ejerce de hilo conductor en un universo pictórico que aloja en sus rincones la concreción y la abstracción del mismo modo que el surrealismo, impresionismo o el realismo, todo ello con un marcado elemento alegórico y cargado de mensaje.

Desde las paredes de la sala observará al espectador un retrato de Steve Jobs enmarcado por el contorno del fruto que caracteriza a la marca de productos tecnológicos que engendró, o tres alusiones al mito de Atalanta, que se mantuvo virgen bajo promesa hasta que algún valiente la batiera en carrera, hecho que según la leyenda consiguió Hipómenes después de usar un cebo en forma de manzanas de oro, que la chica no dudó en recoger durante una carrera que acabó perdiendo.

Erotismo y tentación

La fusión entre mito e Historia es el trasfondo de una muestra que, más que otra cosa, sugiere erotismo y tentación. El modelaje antropocéntrico asume el protagonismo, y dentro de este abundan los desnudos, sea en la representación de las tres Hespérides del imaginario clásico, quienes posan desnudas evocando bajo el árbol de manzanas doradas, sea en los cuerpos de las tres Gracias durante el juicio de Paris, o protagonizando los lienzos dedicados a la historia de Adán y Eva, que con cierta ironía no dudan en dejarse ver en este homenaje al fruto por el que perdieron el paraíso.

Sin embargo, el conceptualismo se abre también hueco entre la remesa de obras, y emerge como elemento de reflexión en los cuadros dedicados al perfil de los rascacielos de Nueva York, en La Gran Manzana, o al cuento de Guillermo Tell, en el que una manzana posa, atravesada por la flecha descrita en la historia, junto un libro medieval y un más que reconocible sombrero adornado con una pluma; también rondan la poesía colorista de Sueño en la nieve, esbozo de la "muerte dulce", los guiños históricos como el hecho a la manzana que iluminó a Newton durante una comida en el campo, los usuales bodegones y hasta una particular versión de Los jugadores de cartas, de Cézanne, pero con manzanas en lugar de cartas.