- Regresa usted a Gran Canaria casi 50 años después de celebrar aquí su debut orquestal.

- Hace unos cuatro años estuve aquí dirigiendo la Orquesta Filarmónica. Hicimos en el Teatro Pérez Galdós una puesta en escena muy original de La del manojo de rosas, de Sorozábal, pero un concierto de la Sociedad Filarmónica y la Fundación Alejandro Da Silva para luchar contra la leucemia es una cosa preciosa. Me encanta y es una gran satisfacción tener la oportunidad de volver con un fin tan importante porque he tenido y tengo muchos amigos que han ganado la batalla a la leucemia, y creo que es una labor fantástica. Pero además, da la casualidad que el 1 de octubre de 1962 fui nombrado director de la Orquesta de la Sociedad Filarmónica de Las Palmas y a la vez director del Conservatorio, que dependía en aquel entonces de la Sociedad Filarmónica. Fue el primer cargo importante que tuve en mi carrera, y va a hacer 50 años, y es otro motivo importante a añadir. Por eso se ha puesto un programa donde está la Sinfonía nº 4, de Chaikovsky, porque fue la última obra que dirigí en julio de 1964 con la Orquesta de la Sociedad Filarmónica, y era la primera vez que la dirigía y la primera vez que la orquesta la tocaba. Casi 50 años después la vamos a volver a tocar en unas circunstancias muy distintas. Ahora hay una magnífica Orquesta Filarmónica, la Sociedad Filarmónica sigue funcionando y es una de las más antiguas de España, y estoy muy agradecido a todos los que han hecho posible este reencuentro con motivo de los 50 años.

- ¿Cómo ha encontrado a la Orquesta en los ensayos que ha venido celebrando esta semana? ¿De qué manera ha cambiado su interpretación de la Sinfonía nº 4 de Chaikovsky?

- No hacía tanto. Cuatro años hace que estuve trabajando con ellos e hicimos unos conciertos muy bonitos. Todos nos acordábamos de todo. Es muy técnico, pero después de 48 años ya no sé cuántas veces la habré dirigido. No es la que más veces he hecho porque lo que más he interpretado ha sido El sombrero de tres picos, de Falla, pero indudablemente, uno con los años y como el buen vino, va madurando, cogiendo más experiencia, la solidez, conocimiento, más práctica, y ahora es una visión parecida pero distinta. La música es un fenómeno irrepetible. Si diéramos el concierto el viernes y lo repitiéramos el sábado, sería otro totalmente distinto. La música se desarrolla en el tiempo, y el tiempo es irrepetible, siempre es distinta. Las partituras son grafismos carentes de vida, que los que sabemos de música podemos leer, imaginar, tocados por una sinfónica celestial que no desafina. Y para eso se ensaya.

- ¿No es partidario entonces de que el director interprete la partitura a su antojo, dando lecturas distintas a lo que quiso plasmar el compositor?

- Hoy en día, el que hace lo que está en la partitura o se preocupa, a veces resulta original porque hay mucha gente que se toma unas libertades un poco gruesas. Hay que tener el máximo respeto por la partitura y eso no quita para que tenga su temperamento, en la música hay cosas interpretables y otras que no.

- ¿Por qué cambió su rol de concertista de violín por el de director de orquesta?

- El segundo concierto que dirigí, creo que fue en noviembre de 1962, fue Luis Prieto que era subdirector de la orquesta y pianista. Él dirigió la primera parte con Las cuatro estaciones de Vivaldi, y yo toqué el violín de solista; y en la segunda parte dirigí la Quinta de Beethoven. Fue un concierto mixto. Dejé el instrumento de una forma curiosa. Era concertino en una orquesta con Benito Lauret, se puso malísimo de repente y los músicos me dijeron que por qué no dirigía yo. Total, que así lo hicimos. Me acuerdo el primer día que fui a ensayar, levanté los brazos y aquello sonó, y de la impresión me paré. Me animaron a seguir porque en aquella época no había muchos directores y da la casualidad que he sido el primer catedrático de dirección en la historia de la música en España, y tomé posesión en enero de 1970. Yo que era un intérprete de violín que gané todos los premios menos el último, el Sarasate. Y no se por qué. Me salió la parte baturra y dije "no toco más el violín". Esto fue en el 1957.

- ¿Se arrepiente de haber tomado esta decisión?

- No, ni mucho menos, en absoluto. Ahora hay muchos directores y más calidad porque el porcentaje de probabilidades es mayor. Tengo un panorama de muchísimo trabajo: el 1 de junio el concierto de los 75 años de Radio Nacional de España, aunque ya no soy director de la Orquesta de RTVE, lo fui 21 años. Y en octubre con la Sinfónica de RTVE para la Unión Europea de Radio. Estoy mejor que nunca y dispuesto a hacer la música que me pongan.

- ¿Le preocupa que con la crisis desaparezcan orquestas y auditorios?

- De momento me han contratado y lo que pase no depende de mí, me preocupa no solo la Sinfónica de RTVE, sino la Banda Sinfónica Municipal de Madrid, de la que soy director titular ahora, y todas las orquestas, la de Baleares, en Extremadura. Es una situación verdaderamente muy trágica y dramática.