Nora Navarro

La alegoría de El amor brujo mantiene viva su llama un siglo después de que Manuel de Falla, uno de los compositores españoles más importantes del siglo XX, prendiera la llama del fuego fatuo en clave flamenca en 1915. A esta primera aventura, bautizada Gitanería en dos cuadros a encargo de la artista Pastora Imperio, le sucedió una segunda versión diez años después, en París, que encendió los escenarios en todo el mundo con su hoguera de sombras y entrañó la consagración universal de Falla y de la música española.

Desde entonces, la lluvia de versiones y revisiones de El amor brujo, lejos de apagar el incendio, ha reavivado el sortilegio de un clásico que se resignifica como tal porque el paso de los años no ha empañado su fuerza evocadora, sino que, al contrario, su triángulo de amor espectral y su atmósfera mística de raíz folclórica conserva el embrujo de sus primeras orquestaciones y danzas. Y entre sus numerosos investigadores, el célebre bailarín y coreógrafo Víctor Ullate regresa al universo de Falla por segunda vez, de la misma manera en que el propio ballet quiso desafiar el juicio inexorable del tiempo.

El Premio Nacional de Danza revisa El amor brujo que estrenó hace justo 23 años en la Maestranza de Sevilla y se reinventa con una nueva versión fraguada bajo un signo más moderno y rompedor, pero también desde un prisma más minimalista.

El resultado es una propuesta artística "más experimental y con más fantasía", según indica Ullate, quien cocina este Amor brujo con la misma receta, pero distintos ingredientes, y que se representará este fin de semana (hoy y mañana) en el Teatro Cuyás. "El centenario de la creación más universal de Manuel de Falla y el deseo de mejorar la versión que estrené hace 23 años ha sido mi manera de volver a homenajear a nuestro gran genio de la música", manifiesta Ullate. "Siempre me encantó la música de Falla y, en especial, este Amor Brujo que contiene tanta pasión, tanto amor y tanto desamor. Entonces, quise hacer una nueva versión pero que no fuese un Amor brujo como tantos otros, sino con un tono y un tratamiento diferente", añade.

Reinventarse

La paleta de colores con que Ullate redibuja el ballet de Falla se sustenta en dos bastiones: la renovación del vestuario, que firma en esta ocasión la figurinista aldeana María Araujo, distinguida con el Can de Plata de las Artes Escénicas 2017; y una nueva apuesta escenográfica a cargo de Paco Azorín, asiduo de los trabajos de Ullate, que en esta versión acentúa el juego escénico de luces y sombras para concederle un mayor protagonismo al fuego fatuo, representado en la luz, y que ilumina toda la trama.

Este aspecto ejerce un contraste con respecto a los diseños de vestuario de la figurinista grancanaria, quien, frente al vestuario original de Frederic Amat, con más tonos más coloristas y hollywoodienses "opta por unos trajes más sobrios, en consonancia con el universo oscuro de Falla". Precisamente, la figurinista ofreció ayer una clase magistral en la Sala Josefina de la Torre del Teatro Cuyás dirigida a estudiantes de Diseño de Moda de la Escuela de Arte y Superior de Diseño (EASD) de Gran Canaria, a quienes desgranó algunas claves de su oficio con ejemplos reales de sus trabajos.

Asimismo, en lo que respecta al apartado fundamental de la música en El amor brujo, la ambientación sonora redunda en el híbrido de música clásica y folclore andaluz, máximo exponente de la música española, pero incorpora como novedad una rompedora apuesta musical de la mano del grupo sueco de dark ambience In Slaughter Natives, "que rompe y pone el acento en la sensación lúgubre de esta pieza extraña y oscura", apunta Ullate. A esta incorporación se suman los efectos visuales diseñados por el creador audiovisual Luis Delgado para la versión original, que embarcan al espectador en un viaje casi sensorial hacia el más allá, entre la vida y la muerte en que se desliza El amor brujo.

En cuanto al elenco, el coreógrafo se rodea de un reparto capitaneado por la bailarina Marlen Fuerte, en la piel de Candela, la joven protagonista cuyo amor por Carmelo, a quien da vida José Ullate, hijo del coreógrafo, se ve atormentado por el espectro de un antiguo amante que ronda su mente. Un potente cuadro de bailarines inscritos en una plantilla renovada frente a la pasada versión, pero que también pertenece a la Escuela de Ballet Víctor Ullate, redondean esta apuesta que ahonda en el misticismo gitano, la muerte y la danza, y en la tradición de un amor primitivo y esencial. Además, la coreografía contiene momentos de una honda belleza, como Canción del amor dolido, Romance del pescador o Canción del fuego fatuo. Y esta versión, además, incluye tres canciones populares escritas por Falla, Nana, Polo y Asturiana, además de una variación de Paco de Lucía para José, el eterno amante.

El propio Ullate destaca sobre el montaje "la relevancia de la historia de amor, el ambiente maléfico y los personajes oscuros". "En estas escenas hay mucha fantasía y la historia te lo agradece, porque en esta obra tan maravillosa puedes incluir lo que quieras, así que me he permitido probar muchas posibilidades que deseaba desarrollar".

Con todo, el coreógrafo asegura que El amor brujo es un éxito garantizado: "Desde que lo he estrenado ha sido éxito tras éxito", afirma. "El amor brujo es nuestra música, nuestro folclore y nuestras raíces, porque es una historia muy española, pero no es una gitanada, como se escribió en su momento, sino que todo está concebido de una forma muy sugerente, porque es una pieza llena de esencia y de una presencia del español maravillosa, con la elegancia que nos caracteriza en la España actual, por el arte que tenemos en este país".