Se bajan de un taxi, recién aterrizados, cargando con sus 'aperos' de músico y luciendo unas barbas que ya las hubieran querido los de Sierra Maestra. Ángel Martín y Ricardo Castella estarán esta noche (19.00 y 22.00 horas), en el Auditorio Alfredo Kraus, con su espectáculo Nunca es tarde (para hacer tus sueños realidad), la historia, "cantada que no contada", de un tipo que decide dejar una vida segura y perseguir sus metas. Ambos han trabajado en la televisión, pero su pluma es demasiado ácida para el medio. El teatro les ha hecho libres. La conversación con ellos es, simplemente, deliciosa.

- ¿Los sueños se cumplen?

- Ángel Martín: La pregunta es si te apetece que se cumplan todos o no. El musical va un poco de eso, de que a veces tienes muchos sueños, luchas por ello y te das cuenta de que tenías idealizado ese sueño. No era tan guay como pensabas.

Ricardo Castella: Nos apetecía ir por ahí cantando, que es una cosa así como muy idiota, y es verdad que hemos tenido que hacer una serie de cosas entre medias... Bueno, que se cumplan los sueños es guay, es guay estar aquí...

Á.M: Yo tal y como estamos ahora [los tres sobre el escenario de la Sala Sinfónica, con postura de yoga], pondría una hoguera y unos porros. Pero luego no nos acordaríamos de la función...

- En la trama, Ángel decide un viernes dejar su trabajo en un programa de televisión y cambiar de vida, y algo pasa ese fin de semana, algo que no me van a contar.

R.C: Efectivamente, lo que pasa en este fin de semana no se puede contar, hay que verlo para creerlo. La gente dice en un momento determinado: "no, no va a pasar esto". No se puede contar, por eso lo vamos a cantar. Además, lo personalizamos según el público.

- ¿Y lo de cantar, complica mucho la cosa?

Á.M: Ricardo da mucho miedo.

- Sí, el falsete es como una especie de Ella Baila Sola con barbas...

Á.M: No cantamos muy en serio, si se refiere a eso. Buscamos todas las cosas que dan un poco más de asco en las canciones e intentamos usarlas todas.

R.C: Es una parodia del mundo musical, cuando las cosas son intensas terminan por ser divertidas.

- Se conocieron en Paramount Comedy. Usted, Ricardo, dirigía un casting al que se presentó Ángel...

- R.C: Sí, yo llevaba un programa de monólogos chiquititos en Paramount, que ha sido cantera de muchos cómicos después. Fuimos a Barcelona y allí estaba Ángel.

- Á.M: Mi profesora me obligó a escribir algo cómico, yo no quería, estaba estudiando interpretación y quería ser actor de verdad... No esto [sonríe]. Entonces escribí un monólogo sobre un fantasma que vivía en una casa abandonada, donde llegaban unos tíos a escuchar psicofonías y el fantasma se ponía muy tenso porque no entendía lo que estaba pasando. Eso lo representaba con sábana y todo, pero nos llevaron al hotel y yo, como buen actor, no sabía interpretar sin sábana, por eso me quité el jersey, me lo puse en la cabeza e hice todo el monólogo así. No sé lo que estaba viendo Ricardo, porque no veía nada.

R.C: Pues un tío con un jersey en la cabeza. Luego le pregunté: "¿Eso mismo lo puedes hacer sin jersey?" Y parece que sí.

- ¿Cómo llevan eso de dos en la carretera, se siguen soportando bien?

- R.C: El objetivo final de juntarse dos cómicos es acabar a muerte, aunque de momento va muy despacio.

Á.M: Es que no puede haber mucha gente que para el viaje de vuelta diga: "cojamos una cámara, unos micros, grabémonos en el coche cantando a voces"... Es muy raro. El otro día hicimos una canción que teníamos que cantar a cámara lenta para luego acelerarla, entonces, éramos dos adultos en un coche cantando así como bbbuuuaaaaa... Fue muy raro.

- ¿Es así el proceso creativo?

- Á.M: El proceso creativo es muy lamentable, muy raro. A veces me levanto por la mañana, tengo un mensaje de voz de Ricardo y dice: "Se me ha ocurrido una idea para una canción, hace más o menos así: chiqui-pum, pum, pum..." y tienes un minuto de mensaje haciendo eso.

R.C: Entonces él lo graba en un archivo y te lo manda diciendo: "¿Y qué te parece esto? Tutututuuu, tutu...". Yo creo que Lenon y McCartney no era así.

- Usted, Ángel, anda metido en un portal que se llama www. solocomedia.com. Internet es un mundo para todo esto, ¿no?

- Á.M: Internet te permite una libertad que otros medios no te permiten, tienes tú rincón y haces tú cosa y la única condición es que te divierta a ti. Fin de la historia, por eso es muy interesante, sobre todo para la comedia.

- Los actores siempre dicen que les encanta el teatro por la cercanía con el público, ¿también les pasa?

- R.C: En el mundo del que venimos, del monólogo, se tiene un trato muy directo con el público. Es mejor ver a alguien que se está riendo que no saber qué pasa. En televisión, por ejemplo, el público es muy reducido y puede ser pagado. El teatro es donde sabes si haces reír o no.

- ¿La tele les ha cansado un poco?

- Á.M: Más que cansancio es la sensación de la falta de posibilidades de jugar para un cómico. Hay gente que está muy bien en la tele si quiere ser presentador. El cómico se lo tiene que pasar él bien para divertir a la gente. Lo que pasa es que en la televisión lo que haces tiene que gustar previamente a tanta gente y el resultado final es tan diferente, porque opina todo el mundo ahí... Yo creo que es menos interesante. Una de las frases que más me decían es "no, esto no se puede hacer porque mi madre no lo entendería". Eso es muy raro, porque se quiere ir de un abanico de 6 a 90 años y habrá quien lo sepa hacer, pero es muy complicado. La cantidad de filtros que tienes que pasar es mucha.

- Más libertad en el teatro.

- Á.M: Sí, es eso.

- R.C: Si intentas ser divertido para un abanico de personas de 6 a 90, resulta que para unos eres divertido y para otros, simpático. Si quieres ser divertido para alguien de 20 años, tienes que llegar a la tripa.

- Es muy difícil hacer reír. ¿Cómo se hace eso?

- Á.M: Es echarle rato. Prueba, error, prueba, error... Tú tienes una broma que a ti te hace gracia, se la enseñas a 100 personas, no se ríen y eso va a ser que no.

- ¿Les pasa que escriben algo con lo que se parten de risa y luego el público ni se inmuta?

- R.C: Sí, mucho, y luego vuelves a casa diciendo: "¿será el orden de las palabras? ¿Habrá que decirlo más alto?

- ¿Hay caras que son más graciosas? ¿Por qué se han dejado las barbas?

- R.C: Es un sueño hecho realidad... la dejadez.

- Sí, los hombres cuando están de viaje no se afeitan, son felices, eso es que ustedes dos lo son...

- R.C: Sí, lo que pasa es que a la hora de hacer cuentas, no sé yo, la gente ve un cartel de dos tíos con barba y dicen...

- ¡Mira, Les Luthiers!

- R.C: No, Les Luthiers han llevado barba siempre.

- ¿Y son un referente?

- Á.M: Yo los he visto menos, pero son muy buenos.

- R.C: Bueno, ellos son músicos, es diferente, nosotros...

- Á.M: Además, me parece feo que el nombre de Les Luthiers aparezca relacionado con nosotros. No puede ser que pongas nuestros nombres en Google y salga Les Luthiers, no... Es feo para ellos.

- R.C: Si pones Ricardo Castella, Ángel Martín y Les Luthiers en el Google, te aparece: "no, se han encontrado errores".

- ¿La gente reacciona igual en todas las parroquias?

- R.C: Sí, es una historia que se entiende en todas partes. Es un espectáculo extraño, porque le dices a la gente que le vas a enseñar una serie de televisión en un escenario de teatro, sin nada. Se oyen crujir las cabezas... Pero bueno, en todas partes hay gente que alguna vez piensa: "voy a mandarlo todo a tomar por saco". De alguna manera nosotros hemos hecho eso. Este señor [señala a Ángel, que ya empieza a removerse por la posturita de yoga] podría estar tan tranquilo en la tele y míralo. Este idiota, realmente, ha tirado su carrera por la borda... Ha arruinado su vida por cantar. Es que es una memez tan grande.

- Sí, porque en la trama graban un disco o algo así...

- Á.M: No es exactamente eso, pasa algo que nos obliga a hacerlo.

- R.C: La cosa empieza con lo de 'haz realidad tus sueños', pero luego gira y te ves que o montas el grupo o lo tienes complicado... Hay plazos.

- Lo de animar a la gente a que lo deje todo, tipo Españoles en el mundo, es muy valiente, con la crisis, el caso Urdangarín y todo eso, ¿no?

- Á.M: Bueno, ahora mismo casi no te tienes que animar tú, ya se anima la empresa.

- R.C: Te llaman y te dicen: "¿no querías hacer bicis de alambre? Pues, ¡hala!

- Á.M: Yo creo que es necesario que la gente haga cosas. La solución no es quedarse en casa lamentándose. Yo sé que hay mucha gente buscándose la vida, pero también conozco personas que se quedan en casa, diciendo qué mal está todo y para qué voy a ir si es que está todo mal. Eso me revienta. Cualquiera que haga algo, me parece la mejor alternativa.

- ¿De todo se puede hacer humor?

- R.C: Sí.

- Á.M: Sí, si encuentras la manera. Eso, por ejemplo, de que con la muerte no se hacen bromas... No estoy de acuerdo. Lo que pasa es que a veces haces una broma con un tema que a alguien le molesta y te dice que tú no lo entiendes porque no te ha pasado. Pero no se acuerdan de que los cómicos tenemos familias detrás, con los mismos problemas, las mismas enfermedades... Si tú no puedes bromear con eso, es tu problema, amigo. Nosotros sí podemos.

- R.C: Puedes estar en el bando de los que les molesta que hagan bromas o en el de los que hacen bromas. Y ya está. Eso no quiere decir que te rías del sufrimiento de la gente.

- En los Goya, a Almodóvar no le hacían gracia las bromas de Santiago Segura...

- R.C: Porque eran verdad y era gracioso. Eso tiene que tocar los huevos bastante. Es lo poderoso del humor, que dices cosas que no se podrían decir de otra manera... Oye [se mueve], voy a estirar las piernas, porque Ángel lo está deseando.

- Á.M: Venga, vale.