-¿Qué diferencia habrá entre el concierto que ofrecerá este viernes en el auditorio y los que realizó en la gira de su último disco 'Mundo abisal'?

- En que aquí me doy el gusto de hacer una gira donde estoy solo en el escenario. En la gira de presentación éramos nueve músicos y aquí estoy yo solo. Por eso el espectáculo está muy centrado en el paisaje audiovisual. La luz y el sonido es muy importante, y es mucho más íntimo que el de la banda. Es implosivo en vez de explosivo, va hacia dentro más que hacia fuera.

- Se cumplen veinte años de su carrera, ¿qué ha sido lo mejor y peor de todo este tiempo?

- Lo mejor es poder vivir de la música, ya que ganarme la vida con esta profesión es un privilegio y estoy encantado. Es una alegría levantarme cada mañana y dedicarme a escribir canciones y a cantarlas. Es un sueño tan grande que me cuesta mucho encontrar algo negativo. Lo único negativo es que han sido 20 años de dedicación permanente. Me gustaría tomarme un año sabático y tener algo de monotonía, siempre viviendo a salta de mata para allí o para acá.

- Su relación con Canarias ha sido muy intensa desde los inicios de su carrera.

- Me he sentido querido en Canarias antes que en el resto de España. Fui allí por primera vez como telonero de Javier Álvarez en el año 96 y ya sentí esa conexión. Tenemos un montón de componentes en común Canarias y mi música. Y eso no ha parado de crecer. Fíjate que ahora voy a tocar en una sala como el auditorio Alfredo Kraus. Y va a ser el concierto más grande que voy a hacer de esta gira de Mundo abisal.

- El día anterior al concierto se proyectará el documental 'Un instante preciso' para los espectadores de platea. ¿Qué destacaría de este trabajo?

-Estoy muy orgulloso de él. Yo participé en la producción, y el resultado del rodaje corrió a cargo del director Manuel Huerga. Es una película muy evocadora. Se rodó en blanco y negro y a través de ella se ven todos los entretelones de una gira en Barcelona que hice hace dos o tres años.

-¿Considera que su éxito se debe en gran parte a su interés por experimentar?

-No es lo mismo experimentar o abrirse al público que tener éxito. El éxito es un concepto más caprichoso y se puede deber a cosas más puntuales. Éxito es un término que no me gusta utilizar. En latín significa salida, en la medicina se usa como muerte, y tiene algo como de entrar en una consagración. En realidad, quien se dedica a corazón a esto sabe que es una batalla diaria. No importa que hayas escrito 200 canciones. Si te enfrentas de verdad, es como si siempre fuese la primera vez que escribes una canción.

- Pero no es habitual encontrar a un cantautor que pueda sonar a un mismo tiempo a Radiohead y a Pablo Milanés.

- Igual es que no soy cantautor. Pero yo no veo una contradicción en fundir el son cubano y la electrónica. No entiendo la gente que divide la música en casilleros estilísticos. La palabra cantautor no me gusta mucho, con ese diptongo en medio que es un poco prieto. La conocí aquí en España y siempre la esquivé. Yo soy un cancionista. Me gustan las canciones de Monteverdi y las de Beck. Y me gusta las cantatas de Bach y la música folclórica de Atahualpa Yupanqui. La única diferenciación que hago es la de la calidad: me gustan las cosas buenas.

-¿Siempre hay una búsqueda de retos en su carrera?

- A mí me gusta la búsqueda. Y ahora estoy en un proyecto que consiste en componer canciones intervenibles para ser modificadas o terminadas por el oyente en una aplicación para tabletas o teléfonos inteligentes que se llamará Aplicaciones. Me gusta encontrar los límites de la canción. Pero aquellos artistas que no han cambiado no son menos interesantes. El cambio no es un factor positivo de por sí. Joao Gilberto no ha variado su forma de tocar, y cada disco suyo es sorprendente.

-¿Y le gusta el término de artista alternativo?

- Quizás es que tampoco ese sea el término adecuado. La única definición con la que me siento cómodo es la de cancionista, que hago canciones que se pueden parecer más al folk o al rap.