Escribo esta crítica a la mañana siguiente del "estreno absoluto" de la obra de encargo del actual Festival de Música de Canarias, que hace el nº 28 de una historia admirable, sin duda la realización cultural más importante que ha habido nunca en Canarias. La obra de encargo de este año se titulaba Concierto para piano y orquesta, del compositor José Manuel López López, programada como primera parte del segundo concierto del Festival, a cargo de la Orquesta de Bamberg, dirigida por Jonathan Nott. En la segunda parte interpretaron la Sinfonía nº 4 de Mahler. El título de mi texto refleja bien a las claras por dónde van a ir mis valoraciones de la obra de estreno, que es la que tomo como objeto central de mi crítica.

Han pasado, por tanto, ya varias horas de finalizado el concierto, y la almohada ha hecho su labor de buena consejera para suavizar la furia con la que yo salí al descanso del concierto. Y pongo como verdad también en este caso el dicho común de que la música (la que es verdadera música, se entiende) amansa a las fieras, y que la 4ª Sinfonía de Mahler en la maravillosa versión de la Bamberger Symphoniker hizo su función, y estoy ahora en una actitud mucho más moderada de la que tenía en el momento de finalizar el "Des-Concierto" de marras. Escribo esto sin haber leído ni una sola nota de la biografía del autor, ni de la obra de estreno, ni menos de la opinión crítica de otros autores. Oí, sí, cómo no, opiniones de varios de los asistentes al concierto, pero ninguna de ellas ha modificado ni influido sobre mi propia impresión y sobre la valoración que aquí voy a hacer. Tuve en el descanso una conversación a tumba abierta con mi amigo Guillermo García-Alcalde, a quien acudí casi con la absoluta certeza de que él iba a tener una opinión muy contraria a la mía, como así fue, y de cuyo criterio musical yo me fío mucho. Fue una conversación inconclusa, interrumpida por el timbre anunciador de la segunda parte del concierto, pero quedamos en que ambos escribiríamos sobre este estreno desde nuestros respectivos puntos de vista.

La controversia no se refiere solo a este que yo llamo "Des-Concierto" de José Manuel López, sino que afecta a gran parte de la música clásica contemporánea, especialmente a la música atonal, dentro de la cual se encuadra el concierto que tuvimos "la suerte" de oír en su estreno absoluto. El gusto musical, como el gusto artístico en general, es personal y totalmente respetable, por supuesto, pero algo tendrá esa clase de música cuando espanta a la mayoría. A la mayoría digo, no a la totalidad. Si por los aplausos que recibió la obra de José Manuel López tuviéramos que juzgar este Concierto para piano y orquesta, diría que se salvó (ya se sabe que hay un público "correcto" que aplaude hasta cuando no hay que aplaudir), pero sí fuera por los comentarios oídos en el descanso y tras el concierto, habría que condenarla como de "tomadura de pelo" o algo así. Y utilizo esa expresión fuerte porque fue la que un asistente transmitió a un afamado crítico musical de ámbito nacional asistente al concierto, con gran desagrado de éste, por supuesto. Al lado de los "espantados" por esta música, hay otra indeterminada masa de aficionados que calla y otorga, o porque no tiene opinión o porque acepta cuanto se programe, y hay por fin una minoría que valora como justa y necesaria cualquier música que busque un nuevo lenguaje y experimente sonoridades inéditas. Cualquier posición es respetable, repito, pero la opinión requiere de argumentos, no del simple "me gustó" o "no me gustó" (el "sí" no es una razón, como dice mi nieto Jorge, de tres años y medio). Mi opinión se coloca claramente al lado de los que desaprobaron la obra. Más aún: de los que salieron indignados al descanso, verdaderamente cabreados, y perdóneseme la expresión. Yo no aplaudí, por supuesto, pero siento que me quedé corto: ya va siendo hora, creo, de que el público musical de Las Palmas -que es verdaderamente entendido y tiene criterio- deje de ser políticamente correcto y aplauda cuando el aplauso es merecido, pero manifieste su desaprobación con el silencio o con la pita o con el abandono de la sala cuando como en este caso lo que se pone sobre el escenario es de tal guisa.

Si lo he calificado de "Des-Concierto" es porque esta "música" de José Manuel López puede ser prototipo de un nuevo género musical donde nada es lo que aparenta ser. El piano, instrumento solista de la obra, no sonaba a piano sino a madera; las trompetas e instrumentos de viento se tocaban con la mano, golpeando su embocadura; los violines como si fueran timples; el xilófono se convirtió en un instrumento rasgado y no de percusión? Ningún instrumento sonaba como lo que era. Una obra que no tiene ni ritmo ni rima, al menos yo no se los vi, y eso que tengo una localidad desde la que se ve divinamente. Duró entre 15 y 20 minutos, pero pudo durar el doble o solo la mitad, da igual, porque no tiene una estructura que la sustente. Las intervenciones de las instrumentos, bien solistas bien en grupo, se suceden, se interrumpen, se chocan o se "acordan" sin que haya una línea argumental que las haga previsibles. Algo parecido al caos, me pareció. Y eso no puede sino producir desconcierto, es decir, desavenencia y confusión; aunque quizás sea eso lo que la "nueva música" busca: la descomposición de las partes de ese todo que siempre se ha llamado música.

¿Y para ello se necesitaba una orquesta de 100 músicos, cada uno con su instrumento tradicional? ¿No se puede llamar a esto malversación? La originalidad de la nueva música consiste en buscar nuevas sonoridades, podrá decir alguno, y la respuesta no puede ser otra: ¿pues cómo no crean nuevos instrumentos? Si el objetivo de esta clase de "nueva música" es la de ensayar, indagar, averiguar, experimentar, ¿por qué no lo hacen con gaseosa? ¿No es malgastar la sonoridad natural de un piano poniéndole un aditivo para que no suene como un piano? ¿No es una malversación de dinero público, ahora que están recortando por todas partes y a todos, la que el Gobierno de Canarias hace para que un autor ofrezca su particularidad experimentación sonora y contrate a una orquesta tradicional de lujo para que no suene a orquesta tradicional? Mi opinión es simple pero rotunda: una obra así no merece una orquesta así. Y sin embargo, todos los músicos tenían una partitura delan- te, y el director daba entradas y señalaba intensidades, y la orquesta le hacía caso?

Hay dos o tres palabras que los críticos favorables a estas experimentaciones de la nueva música repiten mucho, como tabú intocable de sus opiniones: el nuevo timbre de los instrumentos y la tensión de las estructuras musicales (dos conceptos en que, como en la nueva cocina, la palabra textura produce el efecto de las "divinas palabras"). No digo que no haya esos elementos en la nueva música, y menos que no sean de interés, pero ellos solos no hacen "música". ¿Y no es evidente su insuficiencia cuando la gran mayoría de los amantes de la música clásica huyen de esa "nueva música"? En el caso concreto del Festival de Música de Canarias, los "estrenos absolutos" se temen como los campesinos al rayo, o como el buen creyente teme a ese Dios clavado en la cruz del maravilloso soneto clásico. Es ya opinión bastante generalizada que los aficionados al Festival que optan entre el abono A o B huyen de aquel en que se programa el "estreno absoluto" como de la peste. ¿No podrían hacer esos estrenos en otras convocatorias musicales?, me comentaba ayer una amiga indignada como yo. La respuesta es obvia: no, porque entonces no iría nadie. Se justifica así su programación en el Festival porque hay que potenciar la creación musical, se dice. Pero ¿por qué esa política tan generosa y didáctica de ofrecer "todo lo que hay" en la modernidad no se extiende también a la música antigua, que tanto nos gusta a muchos de los asistentes asiduos al Festival? Que yo recuerde, en los 28 Festivales celebrados no se ha programado ni una sola obra de música anterior a Bach y a Vivaldi. ¿Es que no existe Monteverdi? ¿Cómo es posible que no haya sonado ni una nota de nuestro Tomás Luis de Victoria, el músico español más importante de la historia, habiéndose celebrado incluso el pasado año el IV Centenario de su fallecimiento? ¿Y qué de las Cantigas y de la maravillosa música de tecla y de cuerda de nuestros músicos del Renacimiento? ¿Es que acaso hacen mejor música autores como el afortunado José Manuel López que vio estrenado su "Des-Concierto" por una orquesta de primer nivel como la de Bamberg?

Demasiado tema es este de la "música nueva" para un artículo periodístico. Demasiado simples han sido mis argumentaciones en este caso que critico, lo reconozco. Otros tendrán más razones y en sentido contrario a las mías. Las acepto y las valoro, especialmente las de Guillermo García-Alcalde, cuya amistad está por encima de mis apreciaciones, porque sé que esta controversia es exacto reflejo de independencia intelectual y de respeto a la opinión ajena. Y que conste que no estoy ni contra la modernidad ni contra nada: me encanta Mahler, y me gustan Stravinsky, Strauss, Shostakovich y Cristóbal Halffter, que son verdaderamente modernos.