¿Cómo quiere que le llamen?

Yo me llamo Luis Miguel Monzón Muñoz, pero mi nombre artístico es Luis Monzón el payaso. Para que no me confundan con Luis Monzón el de los rallys. Me gusta que me digan el payaso, lo llevo con mucha dignidad y orgullo.

Es que la palabra payaso se suele usar como insulto.

Totalmente, pero es una palabra preciosa.

La octava edición del Festival Internacional de Payasos ‘3 días de farándula’ coincide con el décimo aniversario de la creación de Timbiriqui.

El 1 de septiembre de 2004 se creó la compañía y seguimos con ella a pesar de la crisis, trabajando y pagando para mantener a Rajoy y a toda la clase política.

¿Por qué Timbiriqui?

Se le ocurrió a mi madre. En Valsequillo yo montaba un bochinche para las fiestas, un chiringuito, un ventorrillo donde hacía ropa vieja y carne con papas sancochadas. Un día me dijo: ¿y este año no vas a montar el timbiriqui? A partir de ahí cogí el nombre para la empresa. Lo curioso es que hace poco descubrí, a través de un antropólogo de la historia de Canarias que los aborígenes llamaban timbiriqui en lenguaje amazigh a los huevos, a los testículos. Me vino al pelo porque hay que tener cojones para vivir del teatro en Canarias.

¿Y se puede vivir?

Se puede vivir porque esto, como todos los oficios, es pasión. Y la pasión es vida. Si a mí esto no me apasionase no podría vivir ni tirar para adelante con este oficio. Quiero que sea el reflejo de mis dos hijas. La compañía la formamos mi mujer, mis dos hijas y yo. Es una empresa familiar que paga como autónomo y se puede vivir, aunque se podría vivir mejor. Pero luego contratamos. Ahora mismos somos ocho para este espectáculo, pero para el festival traigo a 30 de cinco países distintos.

¿La Administración sigue pagando tarde?

Ya se sabe cómo paga la Administración. Esto también es una cuestión de los programadores y los concejales de Cultura. Nunca eres profeta en tu tierra. Llevo 10 años y a mí el señorito Gonzalo Ubani (director artístico y gerente del teatro Cuyás) nunca me ha dejado entrar al teatro Cuyás, nunca me he podido sacar la estampita para decir que Timbiriqui ha estado en el teatro Cuyás.

¿Por qué?

No lo sé. No sé si es un capricho o es un coto privado de unos pocos. No sé si te cierran las puertas porque eres canario. Este señorito viene de la Península a matar el hambre y solo viene con programas de fuera. Claro, trae a la gente de la televisión, a los famosetes, pero no apuesta por las compañías canarias, por el teatro canario. Han ido unas pocas compañías canarias, pero son las cuatro de siempre. No sé si es Ubani o Larry Álvarez, pero nos tienen vetados. Hay un monopolio. Seguro que después de lo que estoy diciendo voy a estar 10 años más sin entrar. He entrado en el Pérez Galdós y en el Guiniguada, pero no en el Cuyás.

Curioso.

Tengo una espina clavada, pero honestamente no lo necesito porque yo vivo de esto, sobrevivo, mantengo a mi familia dignamente. Y al que no le pueda pagar sobre la marcha, que espere que yo le pago, si no es con queso es con papas.

En el Cuyás no es profeta en su tierra, pero sí en su municipio.

Sí, en Valsequillo soy muy profeta. Sin excepción de cualquier partido que gobierne. Estrenamos el miércoles y reventamos el teatro. La gente está muy contenta con el espectáculo de estreno por el décimo aniversario, Pachachos, que es el diminutivo de payasos. El autor del texto es uruguayo. Se parece mucho a nuestra forma de hablar cuando decimos chacho.

¿Cómo se le ocurrió montar en Valsequillo este festival?

La idea fue por la necesidad de crear espacios para trabajar con este género que está castigado, desvirtuado. La gente, cuando le nombras los payasos, piensa que es para niños. Es un género de teatro primario en la interpretación. Yo tengo un amor y una pasión por este género cómico. A mí me gustaría ser algún día payaso.

¿Todavía no lo es?

No. Yo quiero ser payaso algún día. Aspiro a ser payaso.

¿El teatro cómico en la calle engancha a la gente?

Ahora estamos en una época de cómicos en la calle, porque necesitamos reírnos por la situación política, económica y social. La gente huye de la amargura. Este tipo de teatro es el que la gente demanda, aunque está desvalorizado.

¿Las instituciones están sensibilizadas con la demanda cultural y de ocio de la sociedad?

Ha habido una evolución. Yo conozco este oficio desde el 85 y en Canarias no había teatro. Tenías que irte afuera para conocer, aprender, reciclar o formarte. Yo miro 30 años atrás y veo que algo hemos evolucionado. Yo antes no podía vivir en Canarias. Ahora vivo de esto en Canarias. Tengo esa suerte de poder vivir de lo que me gusta, de mi pasión.

En el Festival Internacional de Payasos hay artistas de Francia, Portugal, Bélgica, Argentina y México. ¿Es fácil traerlos?

Este año no he salido ni el pasado porque he tenido trabajo aquí, pero también he estado en 10 o 12 países con mi espectáculo y he conocido mucha gente de la profesión. Así he hecho mi agenda, mis contactos, mis amigos. A la hora de programar conozco a mucha gente y sé lo que me gusta. Investigo, busco lo que traigo a mi pueblo, a Gran Canaria, a Canarias. Valsequillo es estos días una puerta abierta al mundo. El programa es que los programadores no me llaman, no se mojan. Algunos vienen también a Telde, pero ya me gustaría llevarlos a más municipios.

¿Cómo son los payasos?

Los payasos somos como los médicos: curamos, damos vida. Perdón si suena a pedantería. Groucho Marx decía: una aspirina cura, un payaso cura dos veces. Y yo tengo una que dice: entre el llanto y la risa lo único que tenemos es la nariz. Eso no hay que perderlo, amigo. Por la nariz respiramos el optimismo. No podemos perder esa energía y reírnos. Es terapia.

¿Qué diferencia hay entre el cómico y el humorista?

Una cosa es el humorista y otra el cómico. El payaso es cómico. El humorista te hace reír, pero con lo de los demás. El payaso, como yo, se ríe de sí mismo. Cuando hago un chiste de gordo, yo soy el gordo. El payaso se ríe de su torpeza, de su fracaso, y hace reír al público.

¿Es un triste o alegre?

El payaso es todo, triste, alegre, gamberro... es humano. Todos llevamos dentro un payaso. Tengo payasos tristes y payasos divertidos. Hay que vivir la vida. En la vida hay dos clases de personas: los que comen queso y los que no. Soria no come queso. Usted sí come queso.