Con Riccardo Muti y la Orquesta Sinfónica de Chicago en el programa, sería injusto decir que el trigésimo Festival de Música de Canarias es el más modesto de su historia. Hay en el mundo diez o doce orquestas excepcionales, cinco de ellas insuperables. Todas han sonado en el Festival, excepto una. Las filarmónicas de Berlín y Viena, la del Concertgebouw de Amsterdam y la Staatskapelle de Dresde tienen una hermana de su rango, la de Chicago, por cuya presencia bregaron sin resultados los directores Nebot y Mendoza. Estos artistas magníficos no salen de casa sin condiciones y exigencias contractuales que les hacen casi inalcanzables. Candelaria Rodríguez ha conseguido hacerlos asequibles, paradójicamente cuando su presupuesto es el más bajo en treinta años ininterrumpidos.

Culminación sinfónica

Se oyen críticas por el coste de este contrato y su efecto ventosa sobre el resto el programa, pero también aplausos por el hecho de que con Chicago se cumple en plenitud la especialización sinfónica querida para el evento desde su primera celebración. Ya no quedará en la faz de la Tierra nada que pueda mejorar el sonido orquestal ni el esplendor interpretativo disfrutados en Canarias por los canarios y sus visitantes. De otra parte, el nombre del archipiélago ya está en la historia de estas instituciones que, en la mayoría de los casos, son las más ilustres y amadas en la vida cultural de sus países y ciudades. Periódicos de referencia como el Wall Street Journal y el New York Times han recomendado repetidamente a sus lectores viajar a nuestro archipiélago por el tirón festivalero, cosa que no había sucedido cuando vinieron las orquestas emblemáticas de Nueva York, Boston, Los Ángeles, Filadelfia, Cleveland, Pittsburg, etc.

Todo esto tiene un valor evidente, no solo intangible como por fortuna suelen ser los del arte, sino tan práctico como es ubicar Canarias en el mapa general del mundo y en el más específico del mundo avanzado y culto, cada vez más buscado por el turismo de mejor standing. Cuando se haga la primera exposición de los programas, carteles, libros, fotografías y partituras estrenadas del evento, será interesante incluir las referencias aparecidas en medios de comunicación de todo el mundo, en prueba de una consideración no alcanzada con otras realidades.

Estelar Riccardo Muti

Muti a su vez, sucesor de Barenboim en el podio titular de Chicago y rey absoluto del Festival de Salzburgo, es, por describir un nivel, uno de los doce directores exclusivos que la Filarmónica de Viena, carente de batuta titular, invita año tras año a sus temporadas sinfónicas, grabaciones y giras. Ha estado antes en otras dos ediciones de Canarias, pero no con orquestas supremas. Vuelve ahora con una de ellas y será singular la experiencia de recibir los dones de una "italianitá" universalizada por él junto a maestros como Giulini, Abbado y Chailly, viejos amigos del Festival canario. Es el más investigador de todos, descubridor y padrino de óperas barrocas olvidadas y reincorporadas al repertorio gracias a sus lecturas, así como recreador insigne del gran repertorio en las versiones cálidas, vibrantes, llenas de naturalidad y de vida que son norma de su estilo.

Dos programas de lujo

Los dos programas que va a dirigir en los auditorios de Las Palmas de Gran Canaria y Santa Cruz de Tenerife son característicos en la programación de las primeras orquestas en gira: obras perfectamente sabidas y seguras a despecho de los riesgos de cansancio y las impredecibles sorpresas de los desplazamientos transoceánicos. En el primer programa (10 de enero en Las Palmas) dos piezas de danza, la de las Brujas de la ópera Macbeth de Verdi y una suite del Romeo y Julieta de Prokofiev que reúne las tres redactadas por el autor como síntesis de su formidable ballet neoclásico, compendio de ingenio, sabiduría descriptiva y brillantez instrumental. Entre ambas, el poema sinfónico Muerte y transfiguración, el más complejo y profundo de los de Richard Strauss. Y en el segundo programa (11 de enero) dos hits del repertorio romántico, tan frecuentados que ya solo conmueven en manos de los más grandes intérpretes: la Quinta Sinfonía de Beethoven; y la Fantástica de Berlioz. Ninguna virtud de los de Chicago quedará fuera de este desafiante tour de force.

Gran cosecha

La especialidad sinfónica de las 30 citas canarias destacó entre sus objetivos el de estimular el afán de excelencia de las dos orquestas canarias. La medida en que se ha cumplido está a la vista en sus temporadas, cada año más exigentes en el repertorio, más interesadas en su renovación y más cualificadas n los resultados de las series de abono, las prestaciones operísticas, la presencia de primera línea en los eventos culturales o sociales y las giras internacionales. Esto unido a sus incentivos específicos para niños y jóvenes, y a los llenazos que convocan todas sus apariciones, describe la actividad más completa entre todas las homólogas españolas consagradas al imperativo de la calidad.

Ambas cierran el capítulo sinfónico del 30º Festival. La de Tenerife (18 de enero) con su actual director titular, Michal Nesterowicz, ofrecerá dos grandes poemas sinfónicos basados en la fábula de Pelleas et Melisande: el de SIbelius y el de Fauré, además de la suite Ma mere l´oye de Ravel y la impresionante Séptima Sinfonía de Sibelius, última de las suyas. Pedro Halffter dirigirá a su Filarmónica de Gran Canaria (31 de enero) con una pieza propia, Abbadon, extraída de la ópera que está componiendo; y la Cuarta Sinfonía de Mahler, cuyo último movimiento, La vida celestial, será cantado por la admirable soprano tinerfeña Raquel Lojendio. Programas del más alto interés, elegidos por ilustres maestros que confían en sus conjuntos.

Ilustres cameristas

Las formaciones orquestales de cámara estarán representadas por dos de las más prestigiosas, reincidentes en la cita canaria y con programa único en ambos casos. La del Siglo de las Luces (15 de enero), ahora dirigida por Matthew Truscott, dará un programa coherente con su nombre, es decir barroco. La soprano Julia Doyle prestará su voz a la Cantata 202 de J.S.Bach, y al Lamento de Dido de Purcell, mientras que el trompetista David Blackadde asumirá los solos en sendas obras de Biber y Telemann. Por su parte, la Kremerata Báltica, con el célebre Gidon Kremer como director y violín solista (26 de enero) hará dos obras de Shostakovich, las muy bellas Variaciones sobre Frank Bridge, pieza temprana de Britten y las American four seasons del minimalista Philip Glass. Programa muy siglo XX.

Los seis conciertos descritos, cuatro de gran orquesta y dos de orquesta de cámara, son todos los que tendrán por escenario los auditorios de las dos capitales canarias. Muy escasos en cantidad pero prometedores de la calidad máxima. Las restricciones presupuestarias han limitado como nunca la extensión programática del Festival sin anular su irradiación internacional, que es fundamental preservar hasta que las circunstancias económicas consientan recobrar en toda su grandeza el acontecimiento central de invierno de Canarias. Las dos orquestas de cámara citadas, que cuentan entre las mejores de Europa, girarán sus programas en todas las islas no capitalinas, incluida La Graciosa, sumando un dúo excepcional de percusionistas canarios, el Tak Nara, que será para la mayoría un gran descubrimiento.

Recuperar la música viva

Otro capítulo que sufre los rigores de la coyuntura es el de los encargos de obra nueva a compositores internacionales, nacionales y locales, ausente en una 30ª edición que debería de ser referencial. Importa mucho preservar la potencia difusora de estos estrenos mundiales, que para los círculos influyentes de la cultura viva son el rasgo estelar del evento.

El Festival no solo ha entrado en la historia de la interpretación de élite, sino también en la de la creación contemporánea, la más duradera en proyección de futuro. El Gobierno autónomo, fundador y patrón de todas las convocatorias, ha prestado una contribución altamente significativa al talento musical del mundo. Su continuidad seguirá gestando un prestigio que no depende de factores cambiantes como los que inciden en otras actividades. ¡Hay que conseguirlo!